Cuando un concierto de cincuenta minutos escasos te deja
K.O. hay poco más que objetar. Por muchos peros que el respetable pudiera poner
a lo cicatero de su presencia en el escenario o al exceso –que lo suele haber
siempre que ellos enchufan los amplificadores- de decibelios y distorsión que
inundó otra noche de viernes la sala Hangar, la película que proyectaron a toda
velocidad y volumen los gallegos de Triángulo de Amor Bizarro ya nos la
sabíamos de antemano. La palabra clave para ellos es rapidez, secundada por
precisión y eficacia, y a ella se entregan como si les fuera la vida en el
intento. Poco importa que las letras apenas resulten inteligibles y que moverse
sin síntomas evidentes de epilepsia ante sus locomotoras rítmicas sea también
una tarea digna de elogio. Como había poco tiempo, era cuestión de concentrar
el disfrute y poner las orejas a buen recaudo (al lado del escenario no era mal
lugar, aun a riesgo de poner en ídem los respectivos tímpanos) o, en resumen,
comprobar qué pueden ofrecernos hoy una banda que está metida de lleno en la
composición y planificación de una nueva entrega que suceda a la espléndida ‘Victoria mística’ de 2013. Y es bastante, por lo que oímos.
Crípticos hasta en la forma de titular sus canciones en el set list, Isa Ceo –probablemente la
presencia más sexy del indie español-
pasa de preámbulos y retoques previos para comenzar a disparar las líneas de
bajo de ‘La malicia de las especies protegidas’ y anunciar que aquella iba a
ser una sesión intensiva y bien sudada. Como los platos de Rafa Mallo,
impactante en físico y aplicación, o las maltrechas cuerdas y teclas de Rodrigo Caamaño y Zippo, gregarios convertidos en cabecillas de un movimiento que ya no
solo intenta cubrir el trayecto que va ‘De la monarquía a la criptocracia’ sino
que pretende fijar cánticos repetitivos y retorcidos en nuestras mentes. Como ‘El
himno de la bala’, una de sus mejores referencias, ‘Delirio místico’ o ‘Un rayo
de sol’, que es lo más cerca que podemos estar de la calidez del astro rey
cuando nos enfrentamos a un concierto de estas características. Si alguien
quiere empaparse de sus rayos, se equivoca de pleno al darse una vuelta por
aquí.
Son capaces además de aportar otras enseñanzas, como el
axioma aún no legalizado de que es posible moverse como un poseso escuchando
las letanías de ‘Ellas se burlaron de mi magia’ o ‘Robo tu tiempo’, con
melodías de teclado que realmente no lo son y riffs trepidantes que originalmente eran justo así. De navegar en
aguas turbias y viscosas uno puede salir con ganas de volver a zambullirse solo
por saber qué es lo que se encalla en el fondo y cuántas especies anfibias
pueden convivir en libertad y armonía. Esa es la sensación que se extrae de la
inmersión en el estanque shoegaze como ‘El fantasma de la transición’, que te noquea incluso antes de que decidas
saltar. En ese momento es cuando empiezas a preguntarte si estos señores
aguantarán el ritmo y tendrán suficientes reservas de oxígeno, porque a ti te
empieza a faltar aliento para seguir respirando. Entonces escuchas ‘Ellas se
burlaron de mi magia’ y sí, sabes que llegarás a la superficie con las fuerzas
justas, pero conseguirás salir indemne de la empresa. Ellos, los músicos, a lo
suyo, a pulverizar pedales, destensar cuerdas, martirizar bombos y revolver
teclas, que son las tareas por las que hoy y siempre están aquí y lo que saben
hacer como pocos.
Al final todo se desboca, aunque la situación nunca se va de
las manos. La debacle neo-psicodélica con la que acostumbran a cerrar sus
escuetos shows arrasa desde ‘Isa vs. el partido humanista’ hasta ‘Amigos del
género humano’ alargando un final anunciado hasta encontrar la coda perfecta, y
continúa su serpenteante camino hasta la siguiente parada, con toda seguridad
un poco más cerca del infierno. No queremos ponernos místicos, que para eso
ellos ya tienen títulos de sobra, pero es lo que nos sale después de ver y
escuchar a cuatro enormes músicos a los que solo les falta ese punto de
comprensión y una voluntad de no anclarse en arenas movedizas para llegar aún
más alto. Aunque, ahora que lo pensamos, ya lo han hecho.
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
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