Son feos, inquietantes y apestosos. Y lo que es aún mejor: lo saben plasmar en un disco, que aunque algo irregular, se nos antoja necesario.
De
acuerdo. El rollo "hermanos tóxicos", de los de lengua para lavar con lejía y aficiones más autodestructivas que hacer gárgaras con una gillette,
está más visto que el tebeo. Los Gallagher o, mejor aún, los Ryder, dejaron el listón bien alto hace muchos años.
Tampoco la mezcla de rock psicodélico, glam, electrónica y sonido industrial es que sea algo demasiado novedoso. Ya la hicieron hace
décadas Primal Scream, o mejor aún, Psychic Tv. Pero qué quieren que les diga,
últimamente el pop está tan domesticado, tan anestesiado, tan falto de una
mancha de mierda que lo ensucie, que la segunda referencia en formato largo de esta banda británica liderada por dos hermanos de origen argelino -Los Saoudi-, que hacen
declaraciones tan jugosas como "no puedo ver una película a no ser que
salgan nazis en ella"o "hay profundas cuestiones psicológicas en esta
banda que son un problema mayor para nosotros que las drogas", defecan
desnudos en el escenario, se auto-mutilan, usan la parafernalia neo-fascista
como imagen o, de repente, citan a Goebbles, me divierten...
Vale, igual estén
un poco sobreactuado todo. A lo mejor, la búsqueda del hype, de ese titular grandilocuente siempre tan importante para seducir a la prensa inglesa, nuble o tuerza el redondeo de lo
verdaderamente importante, que son las canciones. Pero de algún modo me parecen
absolutamente necesarios. Esta panda de pirados tenían que llegar justo ahora, más que nada como reflejo (en plan zas-en-toda-la-boca) de lo que falta en el panorama pop: actitud.
Seamos serios: aquellos tiempos en que el pop era algo trascendental para medir el curso de los tiempos, la modernidad y el devenir cultural, pasaron. Pero lo menos que podemos pedir a los que se empeñan en mantener vivo el circo es una pizca de arrojo, ese gramo de mala intención, de peligro, que añada sangre y aleje del más puro automatismo a su acto.
Y este disco, de bonito título, es un buen
compendio de actitud "in-your-face", acompañada de algunas grandes razones, en forma de canción enferma, como son el hitazo incontestable de apertura, "Whitest boy on the beach", o el cínico
escupitajo sobre Ike y Tina Turner que es "Hits, hits,
hits", pasando por el glam industrial de "Satisfied" o la
densidad leprosa de "We must learn to rise".
El único problema es que
no todo el contenido del disco está a la misma altura y el concepto de la banda
acaba fagocitando un poco el resultado general, que queda a medio camino de culminar la
gran obra que podría haber sido. No obstante lo dicho, el conjunto no se resiente tanto de esa circunstancia y acaba dando forma a un cuadro feo e inquietante que no deja indiferente. Molan tanto como apestan...y mucho.
Publicar un comentario
¡Comparte tu opinión!
Esperamos tu comentario