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jueves, junio 01, 2017

Hace cincuenta años que el sargento pimienta enseñó a la banda a tocar

Con "Sargent Pepper's lonely hearts club band", The Beatles crearon el que probablemente sea el paradigma de álbum pop. A cualquiera que piense en el formato lp, sin duda le viene a la cabeza la portada con el collage de personajes históricos. Hoy mismo cumple 50 años y aquí diremos unas cuantas cosas al respecto del porqué de su importancia y de la reedición que EMI lanza a bombo y platillo. 


Los gritos eran ensordecedores y no permitían escuchar nada. El olor que desprendía el orín que la histeria de las adolescentes iba desplegando por el suelo de los recintos de concierto era difícilmente soportable. En Manila, los Fab Four tuvieron que huir de la terrible venganza prometida por la implacable Imelda Marcos, que ante su negativa de acudir a cenar a su palacio levantó a todo Filipinas en su contra. Casi no lo cuentan, igual que en Estados Unidos, en que las declaraciones de John Lennon sobre que "los Beatles eran más famosos que Jesucristo", les había granjeado el odio eterno de todo el conservadurismo yanqui (Ku Klux Klan incluido), así como innumerables amenazas de muerte. John, Paul, Ringo y George se encontraban hastiados, asustados y asqueados.

Así las cosas, Paul (siempre Paul) tuvo una idea: el formato lp empezaba a ser algo más que las meras colecciones de canciones que coyunturalmente y de manera automática ponían en circulación las disqueras para atender demanda. Discos como "Face to face", de The Kinks, "For certain because", de The Hollies o, al otro lado del charco, "Daydream", de Lovin Spoonful,"Blonde on blonde", de Dylan o, sobre todo, "Pet Sounds" de The Beach Boys, habían puesto el acento en el concepto. Los mismos Beatles, en discos como "Rubber soul" o "Revolver" habían demostrado que las canciones podían suponer un todo cohesionado, contar una historia, tener un significado, así que ¿porqué no hacer que su próximo disco fuera el concierto? 

Tenían ganas de experimentar en el estudio, de llevar las cosas a límites insospechados, de usar los avances técnicos que estuvieran en su mano -bajo la batuta de un hombre con sobrado oficio como George Martin- como otro instrumento más. Empezaron pronto, a finales de 1966 y la cosa se alargaría durante siete intensos meses.

Su intención era que todo girara en torno a un concepto, una historia global que diera sentido al proyecto y que sirviera de hilo conductor entre las canciones. Así, una vez más, Paul, el hombre de las ideas, llegó con un doble fundamento: en primer lugar, un retorno a la infancia, a los lugares y personajes que pertenecían a los días de crecimiento de los cuatro en el Liverpool de después de la guerra mundial. En segundo lugar, la banda adoptaría (de manera imaginaria) una nueva identidad: La Banda del Club de Corazones Solitarios del Sargento Pimienta. Un nombre largo, muy acorde con la moda californiana (Quicksilver Messenger Service, Big Brother and The Holding Company...), así como la imagen de una banda eduardiana del siglo XIX, con unos vistosos uniformes de colores.

Todas esas ideas planeaban sobre la cabeza de los cuatro fabulosos cuando en noviembre de 1966 comenzaron las sesiones de grabación en el estudio 1 de Abbey Road. Además, The Beach Boys acababan de editar el sobrenatural "Pet Sounds", Jimi Hendrix comenzaba a pulular por los garitos londinenses desplegando su blues sofisticado y ácido y, en el estudio contiguo al suyo en la mencionada dirección de Londres, unos jovencísimos Pink Floyd capitaneados por un tal Syd Barrett, daban forma a "The piper at the gates of down", verdadera obra definitoria de lo que hoy entendemos como psicodelia.

Al final, la cosa no acabó siendo tan cohesionada temáticamente. Los 129 días que duró la grabación (una barbaridad para la época), así como las 25.000 libras esterlinas (otra) que costó, dieron para muchos vaivenes y sobre todo, para confeccionar algo tremendamente sofisticado, muy avanzado para su tiempo. Seguramente hayan otras obras más vanguardistas en la época, pero para el grupo de pop más famoso del planeta en aquél momento, el que dieron fue un paso de gigante.

Lo primero en salir de las sesiones fue un single de doble cara A, cuyas dos canciones sí que seguían aquél concepto que mencionábamos antes de la infancia: "Strawberry fields forever", canción compuesta por Lennon en un cortijo de Almería durante el rodaje de "How I won the war", de Richard Lester, evocaba un viejo orfanato del Ejército de Salvación que había cerca de la casa de éste en Liverpool y "Penny Lane", compuesta por Paul McCartney, hablaba sobre una calle del barrio de esa ciudad donde él y John se criaron.

La primera, considerada por muchos como la mejor canción de la historia del pop, era una compleja y sofisticada oda psicodélica, llena de referencias surrealistas y trucos sónicos, entre ellos, una de las primeras apariciones del Mellotron, una especie de sintetizador primerizo que era el pavor de los músicos de sesión, pues creían que les iba a quitar el trabajo. La segunda, era una delicada pieza pop, patentemente influida por las composiciones de Brian Wilson y ciertamente, una joya en toda regla, que conformaba junto a "Strawberry fields forever" uno de los sencillos más abrumadores de la historia del pop, aunque curiosamente, fue el primero de la banda en no alcanzar el número 1, lo que se contempló en la época como un claro signo de declive.

Era increíble, por tanto, que esas dos canciones al final no resultaran incluidas en el lp que con tanto secreto y esmero estuvieron preparando durante la primera mitad del año 67. Un disco para el que cuidaron todos los detalles, desde el diseño: con una portada increíble creada por Jann Haworth y Peter Blake, en la que junto a los Beatles aparecían un buen montón de personajes, sobre todo del ámbito de la cultura, la filosofía o la contracultura (junto a personajes más evidentes como Marilyn, Marx, Einstein o Laurell y Hardy, aparecían también el satanista Alleister Crowley, Bob Dylan, el poeta Dylan Thomas, el novelista William S. Burroughs o el cómico Lenny Bruce) y que introdujo la doble carpeta para álbum sencillo y las letras impresas en ella (ambas cosas, nada habituales).


Su aparición el 1 de junio de 1967 supuso una convulsión en la cultura popular, que ha dejado rastro hasta nuestros días. Nada menos que 32 millones de discos vendidos así lo atestiguan, a los que acompañan una importancia cultural inusitada para un artefacto sonoro. Pocos discos pueden vanagloriarse de haber dejado el poso que ha dejado "Sargent Peppers", sobre todo teniendo en cuenta que, pensando fríamente, podría decirse que ni siquiera se trata del mejor trabajo de sus autores. En opinión del que suscribe, ese puesto lo merecerían bastante más discos como "Revolver". "Abbey Road" o incluso "The Beatles" (doble blanco), dado que a todo el empaque impresionante y al avance sonoro no lo acompañan precisamente las mejores composiciones del tándem Lennon McCartney.

Y eso es así porque, aunque evidentemente el disco incluye numerosas piezas mayúsculas como lo son la titular, "Whith a little help from my friends", "Lucy in the sky with diamonds" o "Getting better", e incluso alguna obra maestra como la delicadamente melancólica "She's leaving home" o el impresionante opus que cierra el disco, ese "A day in the life" -que, por cierto, supone la última colaboración compositiva entre Lennon y McCartney- junto a ellas se encuentran otras piezas algo menores, no ya con respecto a las que acompañan, sino con respecto a los estándares a que tenían acostumbrados a su público. Hablo de canciones bien construidas, aunque algo tontas, como "When I'm sixty four", "Lovely Rita" o la más bien simple "Good morning, good morning", así como de "Within' you without you", canción básicamente incluida para que George Harrison se luciera con su sitar.


No me malinterpreten: por supuesto que el pack completo del sonido con las canciones, que aunque no fueran todas obras maestras, constituía una más que sobrada muestra del talento de sus autores, supone un disco lo suficientemente mayúsculo como para considerarlo obra capital del pop. Pero de ahí a darle el cariz casi sobrenatural que se le ha dado habitualmente, calificarlo como el mejor disco de la historia o una de las obras más influyentes del siglo XX (aunque está claro que fue influyente), me parece dejar de lado descuidadamente otros triunfos de los de Liverpool, en mi opinión bastante más remarcables y también ignorar un buen número de discos, incluso coetáneos, que también merecerían esos calificativos. En ese mismo año 1967, sin ir más lejos, encontramos varios discos apabullantes que pueden medir fuerzas con el Sargento Pimienta y salir triunfales, como es el caso del mencionado primer disco de Pink Floyd, "Something else" de The Kinks o "Forever changes" de Love.

No obstante esto, el carácter icónico, casi sagrado de este "lp de lp's", este paradigma cultural del pop, esta banda sonora por excelencia del llamado "verano del amor", es la causa de que se reciba su 50 cumpleaños como un acontecimiento social, del que se han hecho eco todos los medios. Acontecimiento que, por supuesto, viene precedido por el correspondiente rasca-bolsillos discográfico: una reedición a todo lujo en diferentes formatos, con tomas alternativas, rarezas, fotografías inéditas y lo más interesante, según dicen: la remezcla definitiva de la obra. Una puesta apunto que ha llevado a cabo Giles Martin, el hijo del productor original, que ha limpiado, abrillantado y dado esplendor (por enésima vez, debemos decir) a las cintas originales.

Y qué quieren que les diga. El resultado es, sí, notable. Pero lo es sobre todo, por la separación que impone con respecto a las grabaciones originales. En mi opinión, los tracks grabados en la vieja grabadora de 4 pistas de los estudios Abbey Road, sacando jugo de donde no había y usando todos los trucos imaginables para dar una dimensión a el sonido pensado para escuchar en formato analógico, se han pasado por tantos filtros de limpieza, que al final han acabado perdiendo humanidad.

Es necesario pasar a la Gioconda por el Photoshop? Deberíamos poner un ascensor en el Miguelete? Si quieren mi opinión, es un NO rotundo. Entiendo que para seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro hay que dar algo nuevo al público y de hecho, otras prácticas similares han logrado resultados bastante impresionantes (la remezcla estéreo que se hizo hace unos años de "Pet sounds" por ejemplo), pero en general, se trata de traspasar a ceros y unos lo que se grabó para ser pinchado por una aguja. Lo que SE PENSÓ en analógico para reproducirse en analógico. Llámenme anticuado, retrógrado o estrecho de miras, pero yo seguiré depositando mi aguja en el vinilo lleno de "cricks" y de "cracks" que atesoro desde hace años y me seguirá hirviendo la sangre con aquello de "It was twenty years ago today, Sargent Peppers taught the band to play..."

Por supuesto, a partir de hoy los homenajes se multiplicarán. En Valencia esta misma noche tendrá lugar uno recomendable: Señor Mostaza, una de las bandas que con menos pudor ha hecho patente en su música la influencia de este disco, se reúne especialmente para darle vida de nuevo (con sorpresas añadidas, seguramente) en uno de los locales insignia de la ciudad: 16 Toneladas. Avisados quedan de este evento, que tendrá visos de acontecimiento para más de uno, dada la caterva de seguidores de la banda valenciana y su sobradamente probada pericia instrumental. 

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1 comentario :

  1. Felicitaciones por la página, muy bueno el artículo. Yo discrepo un poco con algo, no se si Sargent Peppers es el mejor disco de los Beatles, pero cuando alguien me pregunta que recomiendo para conocer en profundidad a esta banda, este disco es lo primero que sugiero. Creo que es lo más radical que hicieron los Beatles musicalmente hablando y la mayor parte de la gente asocia a los Beatles solo con Let it Be, Twist and Shout y alguna otra.

    Dejo mi blog nuevo sobre música por si a alguien le interesa, muchas gracias y sigan así!!!!

    https://armoniadelasesferas.blogspot.com.ar/

    Armonía de las esferas

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