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martes, noviembre 07, 2017

Bob Lazy: "Rock, love, truth" (Autoeditado, 2017)



La primera referencia del valenciano Borja González-Ayllón es una barbaridad de pop multicolor producida por Paco Loco que pasa a engrosar directamente las candidaturas a lo mejor del año. 


Decididamente, la vida es injusta: el tipo ese que, parapetado tras la barra de la Vitti, uno de los locales de más relumbre de la ciudad del Túria, se lleva consigo los suspiros de todas las féminas que pululan por la Plaza Xúquer, tiene además talento. No hay derecho. Pero para nuestro mezquino consuelo, el asunto tiene truco: Borja González-Ayllón (en adelante, Bob Lazy) es un curreta y un observador.

Sí, amigos, no satisfecho con encandilar con su sonrisa atómica a las lugareñas, nuestro héroe se ha dedicado además a programar incansablemente en su estiloso bar cuanta más música mejor, sin importar estilos ni credo (reggae, funk, pop, clásica, jazz, flamenco...) y ha logrado congregar entre sus cuatro paredes además a una buena porción de la aristocracia musical local, con la que ha podido departir, compartir impresiones y en definitiva absorber, cual Bowie de Reed, su esencia creativa para así lograr, en los ratos muertos que le dejaba la barra y no sin exagerado esfuerzo, extraer de su guitarra una serie de tonadas que, mira tú por dónde, le salieron resultonas. 

Acostumbrado a hacerlo todo a lo grande, no se le ocurrió otra cosa que liarla parda y contactar con el mismísimo Paco Loco para producir un disco, que ni corto ni perezoso se fue a grabar a la guarida del asturiano, en el Puerto de Santa María. Para colmo, no fue solo: bajo el condicionante de tratarse de gente que jamás hubiera tocado con él (no es un recién llegado a esto de la música, no crean) le acompañaron la americana Erin Corine, o los curtidos músicos que se ocultan bajo los seudónimos Marcus Blacksmith, Chuck Prida o Rui Martínez

Durante algo más de una semana tuvo tiempo para plasmar junto a su crazy producer todo el amasijo de ideas disparatadas que iban saliendo a presión de su cerebro, como si el espíritu más enajenado de Brian Wilson le hubiera poseído. El resultado viaja bajo el ampuloso título de "Rock, love, truth" (haz click para escuchar) , no ha permitido que nadie más que él lo edite, diseñe la portada ni lo promocione y tras escucharlo innumerables veces desde este verano, maldita sea, puedo afirmar que es casi una obra maestra.  

Porque sí, Paco Loco habrá tenido que ver, como también la pléyade de acompañantes que le ayudaron, pero lo que nadie le puede quitar al muchacho son unas canciones de matrícula de honor, que aunque hubieran estado grabadas con la sola compañía de una guitarra seguirían siendo igual de buenas. Y los discos pop, amigos, se hacen con CANCIONES. Si no las hay, es como en el dicho de la mona. 

La exuberancia de las texturas logradas en el estudio se maneja a la perfección con unas melodías que abrazan el pop de forma fraternal, pero no olvidan la negritud, el groove, ni la actualidad. Sin ser especialmente referenciables, cosa que aún las encumbra más, las canciones de este feliz invento que es Bob Lazy rezuman efervescencia, alegría y en definitiva, vida. Los discos pueden ser mejores o peores, pero no siempre se encuentra uno con una sucesión de composiciones entre las que realmente no falta ni sobra nada y que le suben a uno en una tabla de surf  directa a la felicidad. 

Desde esa infecciosa apertura saltarina que es "Bye bye solitude", Bob nos embarca en un viaje multicolor que juega con todos los palos: tanto cuando toma LSD con Syd Barrett ("God the gambler", "Man and lizard", "Shelter tent"), cuando juega a ser Nilsson ("I am not a jealous guy"), le pega al rollo disco ("Golden little seeds"), visita a Mac DeMarco ("Lazy claims") homenajea a Macca ("Mr. Campbell") o sencillamente, diseña hits imparables como "Hello fantasy", consigue una cohesión perfecta que convierte al conjunto en un bloque irresistible, una pastilla de MDMA

Encantador, burbujeante, masajeante, aventurero, alucinado, fantástico, soberbio. Todo eso y mucho más es este inacabable disco que nunca apetece que deje de sonar (la edición en vinilo está prevista para diciembre, por cierto) y que tengo realmente curiosidad de ver cómo Borja presenta en directo, con banda de lujo, este próximo viernes 10 de noviembre en la Sala Loco Club. No lo duden, vivimos en una ciudad en la que musicalmente pasan cosas muy buenas, pero esto, definitivamente, se sale del tiesto. Long live Bob. 

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