Ante la bandera de “Antigua
y Barbuda”, la isla caribeña que ha dado nombre al último trabajo de la
banda, aparecía un Stanich
consolidado ya como uno de los grandes de la música nacional, admirado y
denostado en igual proporción (si nadie te critica es que no has hecho nada), e
igualmente imprescindible en cualquier festival que se precie, aparecía en el Escenario Aliatar mientras la banda
sonora de Twin Peak sonaba a modo de
intro.
Sobra, a estas alturas, comentar la enorme personalidad de
su frontman, un personaje carismático y enérgico que construye grandes temas en
los que conviven el cine y la literatura con el hilo conductor de un
surrealismo muy propio de José Luís Cuerda. No faltan, por supuesto, en este
último trabajo muchas referencias a este gran director español que ha marcado a
varias generaciones de “calabazas”, como tampoco faltan referencias a Bukowski
y otros “coolteranismos” que maneja a la perfección sin que quede nunca fuera
de lugar.
Conocedor de lo mejor y lo peor del ser humano, una
profundidad surrealista empapa unas letras siempre ácidas y contestatarias,
aunque en una primera escucha pueda parecer lo contrario, para repartir mazazos
de realidad incómoda a diestro y siniestro desde el pedestal en que le sitúan
los escenarios.
Así es Ángel Stanich,
una banda en la que la solvencia de sus músicos hace que cada tema suene con la
contundencia necesaria para sacarlos de la zona de confort y llevarlos a un
lugar donde toda referencia tiene cabida si entraña una crítica intrínseca. Una
banda que se ha fusionado, muy acertadamente, con Idealipsticks (ahora en stand
by), cuya unión comenzó con el gran Alex
Izquierdo al bajo y ha ido integrando a otros miembros, como Lete G.
Moreno a la batería y por último Jave Ryjlen a los teclados. Sin olvidarnos de uno de los
guitarristas más capacitados que pisa los escenarios nacionales, Víctor L. Pescador (también guitarrista
de Rubén Pozo).
Un repertorio, el de Escenario
Aliatar, que se metió de lleno en ese “Antigua y Barbuda” que van
presentando, con “Cosecha” como introducción a ritmo de tacón, para ir
desgranando un disco que algunos afirman no haber entendido en la primera
escucha pero adoran cuando lo han escuchado varias veces. “Escupe fuego”, “Más
se perdió en cuba”, “Un día épico”, “Galicia calidade”, temas del nuevo disco
que ya coreaba el público que, como siempre, se vino mucho más arriba cuando
llegó el turno de salpicar el setlist con algunos temas de su “Camino ácido”,
como el homónimo y por supuesto “Mezcalito” o su “Carbura” y “Metralleta Joe”,
reservados para unos bises apoteósicos.
Momentos ácidos también, como el propio cantante, los de
parar con gracia el concierto (“por la gloria de mi madre”) para pedir
silencio. Un silencio que cada vez escasea más en los conciertos y que hace
incómoda la escucha para quienes van a disfrutar de los temas. Alguna protesta
por parte del público en cuanto a la calidad del sonido (afirmando que en
algunos puntos no se escuchaba la voz) que sin embargo, curiosamente,
desaparecían cuando la gente atendía la petición del artista y guardaban
silencio un rato.
Como ácida también su invitación a hacer flash-back hasta
2013, época en la que Stanich pasaba
por Granada sin arrastrar tanto público como lo hace ahora, y quedarnos sólo
los que estuvimos allí entonces. Muy buena esa Stanich. Nosotros no tuvimos
oportunidad de dar fe de la “calidade” del grupo hasta su visita en 2015, pero
tenemos que decir que también fue apoteósica.
Apoteósico también el final de concierto, con “Mátame
camión”, la referencia más directa a un film intergeneracional con tantas
frases y situaciones extrañas como las que puede contener un disco tan
trabajado como “Antigua y Barduda”,
invitación al viaje más lisérgico y alocado con una banda donde la personalidad
y el buen hacer es marca de la casa.
Crónica: V. Alonso
Fotos: María Villa
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