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domingo, febrero 09, 2020

Sunshine pop! El universo de Curt Boettcher y otros brillantes desconocidos.

Melodías soleadas, actitud hedonista, producciones barrocas y sobretodo, mucho pop. De todo eso se componía esta especie de subgénero sixties que alberga una buena cantidad de música mayormente desconocida, responsabilidad de figuras tan poco reivindicadas y sin embargo, tan brillantes, como Curt Boettcher, Gary Usher o Margo Guryan. Aquí os presentamos la oportunidad de conocer tanto la génesis de este estilo como unos cuantos discos magníficos con los que disfrutar de lo lindo. 


Curt Boettcher


A principios de este milenio, tuvo lugar una tímida, aunque algo sonada, reivindicación de uno de los pocos sonidos de los sesenta que jamás había sido recuperado en su justa medida. Discos de artistas como The Association, The Millennium, Sagittarius, Spanky & Our Gang o Cowsills comenzaron a reeditarse por pequeños sellos dedicados a recuperar catálogo perdido de algunas grandes discográficas. Por ejemplo, Rev-Ola, sello subsidiario del británico Cherry Red Records, hizo un trabajo de arqueología que desde aquí reivindico como una de las obras de restauración más grandes que la música pop ha conocido. Una cantidad de artistas completamente desconocidos dejados morir en las cubetas de segunda mano tuvieron una segunda vida gracias a ellos y nosotros, al menos algunos de nosotros, aficionados a la melodía, descubrimos un verdadero tesoro.

A raíz de las reediciones de Rev-Ola y otras que pude conseguir o me fueron pasando algunos amigos, yo descubrí un mundo entero. Un mundo soleado, lleno de melodía, preciosas producciones y armonías vocales infinitas, justo lo que más me gusta. Un mundo en que habitaban Marc Eric, Bobby Jameson, The Forum, Roger Nichols o Bergen White, gente totalmente desconocida, ajena a toda mención en libros, revistas o incluso blogs especializados de internet y que las siempre sabias notas interiores, generalmente escritas por ese gran erudito que es Steve Stanley, se encargaban de dar a conocer.

Pero ¿Qué es eso del sunshine pop? Realmente es difícil discernirlo de aquello que muchos llaman soft-pop o incluso de la psicodelia más aterciopelada. Si nos ponemos a buscar referentes de cara a hacerlo entendible mediante nombres conocidos, podríamos mencionar a The Beach Boys, en la época en que Brian Wilson estaba más o menos en plenitud de facultades, con discos como Friends o Pet Sounds, también The Mamas And The Papas, por supuesto, o incluso The Turtles o The 5th Dimension, apadrinados por el genial Jimmy Webb. Se trata, básicamente, de una música desenfadada, que buscaba el éxito en los charts y por tanto se alejaba de los planteamientos experimentales del rock ácido o de la aspereza del blues rock, que empleaba técnicas de producción basadas mayormente en los descubrimientos puestos en solfa por Phil Spector con su muro de sonido y destacaba por la nitidez de sus arreglos y por unas armonías vocales que rozaban la perfección, de una amplitud casi celestial.

The Association
Normalmente procedente de la soleada California, como no podría ser de otra manera, aunque también podríamos relacionar algunos artistas británicos con un espíritu parecido (Chad & Jeremy, Harmony Grass...), este estilo tan desenfadado tuvo lugar principalmente durante el período que va desde el año 1966 (podríamos considerar su pistoletazo de salida el single Along Comes Mary, de The Association) hasta 1968, año en que se publicarían varias obras cumbre del género en formato lp, como el disco de The Millennium, el de Sagittarius o Take A Picture, de Margo Guryan.

No obstante la mención a todas aquellas importantes figuras del pop de la década prodigiosa a las que aludíamos hace dos párrafos, destaca como padre de este invento una figura bastante más oscura, que merece por tanto toda la reivindicación que desde aquí, humildemente, podamos darle. Curtis Roy Boettcher, o Curt, como le gustaba que le llamaran, era un muchacho procedente de Wisconsin. Hijo de un militar destacado del ejército de los EEUU, pasó su infancia en Japón y otros lugares. Cursando estudios en la Universidad de Minnesota, entabló contacto con las hermanas Holmber, Dotti y Sheri y Ron Neilsson, con los que formó un combo folk, muy al estilo de Peter, Paul & Mary, llamado The Goldebriars, con ellos se trasladó a Los Ángeles para grabar los que serían sus dos únicos álbumes, dos fantásticos tratados de canción folk tendente al pop, con unos arreglos obra de Boettcher, que empezaban a hacer vislumbrar el genio visionario que terminaría siendo.

Tras dejar un tercer disco grabado pero sin editar, la banda se separó. Boettcher comenzó a meter cabeza en tareas de productor, arreglista y compositor. Ahí fue cuando labró su reputación, pues su producción del disco Along Comes...The Association trajo como consecuencia dos bombazos, Cherish y Along Comes Mary, ambos top 10, que realmente fueron los que pusieron de relieve este sonido, comenzando por tanto a ser imitado, como todo lo que tenía éxito en aquella época. Comenzaron a surgir bandas y sellos que pretendían emular el sonido de estas canciones tan hedonistas, bellas y comunicativas con la juventud (Along Comes Mary contenía una referencia velada en toda regla a la marihuana).

Por su parte, Boettcher, además de producir otro gran disco, en este caso de Tommy Roe, It's Now Winters Day, comenzó a urdir otras aventuras musicales más personales. De este modo, dio forma a The Ballroom, banda que formó junto a Sandy Salisbury, Jim Bell y Michelle O'Malley, un vehículo para dar rienda suelta a su imaginación, que era mucha. Con ellos grabaría un montón de material, pero desgraciadamente la banda sólo vería editado un single en 1967, Spinning Spinning Spinning, que debido a su escasa repercusión, no se tradujo en todo un álbum. Esas grabaciones tendrían que esperar al nuevo milenio para ver la luz (podéis encontrarlas en la maravillosa caja Magic Time, editada por Sundazed en 2001).

Boettcher no se rindió y en 1968 puso en marcha los dos proyectos por los que merece recuerdo eterno. Por un lado, se alió con Gary Usher, a quien había conocido junto a su fiel amigo Brian Wilson (sí, el genio) mientras nuestro héroe grababa el fantástico single de Lee Mallory That's The Way It's Gonna Be. Con él intervino como productor en un single, My World Fell Down, que es una verdadera obra maestra. Cantada por un Glen Campbell que empezaba a hacer sus pinitos como cantante y atribuida a una banda fantasma llamada Sagittarius, la canción era una verdadera maravilla que bebía de las mismas fuentes que todo un Good Vibrations. Era una canción poliédrica, de composición y producción complejas y de una brillantez fuera de este mundo. Con ella lograron llamar la atención y la discográfica, por tanto, pidió más. Así, Boettcher y Usher se convirtieron en banda de estudio y lograron apañar no uno, sino dos magníficos discos, la obra maestra Present Tense y el algo menos magnífico Blue Marble.

The Millennium (Curt Boettcher en el centro)

Paralelamente a esto, Curt se alió con un buen montón de amigos, todos ellos talentosos músicos y compositores, para dar forma a una especie de comuna pop que denominaron The Millennium. Junto a él estaban Lee Mallory, Joey Stec, Michael Fennelly o Keith Olsen, que igualmente contribuían con ideas y material, aunque el peso de verdad recaía sobre los hombros de Boettcher, que consideraba este su proyecto personal y así se lo vendió a Columbia Records, con la que consiguieron alumbrar un fabuloso disco, Begin, que es probablemente la pieza central de todo esto que estamos contando.

Obviamente, el disco, que era delicado, excitante y visionario como pocos lo han sido, no tuvo el éxito esperado, por lo que no hubo continuación a esta única aventura de la banda, aunque sus miembros siguieron colaborando. Lo malo es que prácticamente ninguno tuvo fortuna. Casi todos probaron suerte grabando singles, pero casi ninguno consiguió traducirlos en el ansiado lp, ni siquiera Boettcher, que dejó aparcado un proyecto de disco en solitario, que por cierto ha salido reconstruido en vinilo hace relativamente poco en nuestro país a cargo de la disquera zaragozana You Are The Cosmos, comandada por el siempre necesario Pedro Vizcaíno.

Así acabaron las andanzas de este genio que merecía mucha más suerte y reconocimiento del que tuvo. Consiguió grabar un disco discreto en los años 70 y participó, como músico de estudio o ingeniero, en bastantes grabaciones de estrellas del rock, como Elton John o incluso haciendo coros para la banda sonora de la película Grease, pero acabó metido en las drogas, arruinado y completamente anónimo, finalizando sus días en un hospital de Los Angeles en 1987 debido a una neumonía. Tenía sólo 43 años.

La historia de Curt es la vertebral de las andanzas de este subgénero pop, pero no la única. Además de los discos de The Association, The Millennium o Sagittarius, hay unos cuantos más de feeling similiar, raramente mencionados en listas o libros de historia del pop, a los que decididamente merece la pena prestar atención, por estar llenos de detalles y canciones sublimes. Vamos con unos cuantos:

And Then... Along Comes The Association (Valiant, 1966): la ópera prima de esta banda californiana de orígenes labrados en el folk fue el primer trabajo de producción de relevancia de un Curt Boettcher lleno de ideas revolucionarias. Campanillas, guitarras suaves, armonías vocales celestiales, orquestaciones barrocas y mucha imaginación alumbran una serie de canciones compuestas en gran número por los propios miembros del grupo, como Terry Kirkman o Jules Alexander, que uniendo fuerzas con la burbujeante capacidad del productor para dar colorido a la melodía lograron poner en solfa un álbum verdaderamente delicioso, que no en vano gozó de éxito gracias a los consabidos singles Cherish y Along Comes Mary, pero en el que merece la pena indagar par descubrir otras perlas como Enter The Young o Message Of Our Love (única coescrita por Boettcher).

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It's Now Winters Day, Tommy Roe (ABC, 1967): Pese a que Roe venía de tener un par de éxitos el año anterior con sus música bubblegum (Sweet Pea, por ejemplo), quería dar un toque a su música más sofisticado y acorde con los tiempos, por eso contactó con Curt Boettcher, que ayudó a dar a sus canciones ese punch que requerían para sonar soleadas. El disco es una fiesta de arreglos suntuosos que hacen brillar unas canciones que sin duda bajo otra producción hubieran sonado más simplonas, aquí sin embargo reciben un lustre que las eleva a las alturas. Los coros y campanas de Moon Talk son dignos de un monumento y la canción titular que cierra el álbum es un auténtico prodigio de psicodelia floreada. Roe aún tendría algún éxito más, pero jamás sonó tan impresionantemente colorido como en este fantástico disco.

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Colour Him In, Bobby Jameson (Verve, 1967): Poco o nada se sabe de este tipo, que antes de hacerse llamar Bobby Jameson publicó bajo el nombre de Chris Lucey un fabuloso disco de folk-rock absolutamente alucinante (que también recupero Rev-Ola hace años y cuya escucha recomiendo encarecidísimamente). Boettcher, una vez más él, escuchó sus canciones y quiso hacer algo con él. El resultado es éste Colour Him In  cuyos resultados son brillantes. Los coros estratosféricos, las guitarras, algo más encabritadas, eso sí, que la mayoría de discos a los que haremos alusión aquí y el ímpetu pop de las canciones de Jameson son un prodigio que se ha mantenido oculto demasiado tiempo. Otra obra, si no maestra, sí que fundamental para entender lo que podía hacer Curt en el estudio y que es una verdadera pena que permanezca en el olvido.

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Present Tense, Sagittarius (Columbia, 1968): la obra conjunta de Gary Usher y Curt Boettcher, tras alumbrar ese asombroso single que fue My World Fell Down, rescatado para la posteridad por aquella necesaria compilación puesta en solfa por Lenny Kaye llamada Nuggets, uno de los discos dobles más necesarios para tener una colección completa. El disco que ellos dos, como banda fantasma de estudio, hicieron, es una joya, una caja de sorpresas, un baúl del tesoro que contiene sólo piezas de orfebre, la piedra filosofal del pop. Hotel Indiscreet, Another Time, Would You Like To Go, You Know I've Found A Way... todas y cada una de ellas merecen un capítulo aparte por la profusión de arreglos exquisitos, de puro hedonismo musical, que por desgracia no alcanzó al gran público. No está hecha la miel...

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Magic Time, The Millennium/Ballroom Recordings (Sundazed, 2001): La piedra filosofal del sunshine pop. Reunidas en estos tres cedés están buena parte de las grabaciones que representan el gran sueño de Curt Boettcher. El gran tesoro lo representa el montonazo de material que registró junto a The Ballroom y que jamás fue editado, a excepción de un sólo single. Es la antesala perfecta de todo lo que vendría después, que también está: el disco Begin, de The Millennium, está completo, así como una serie de grabaciones no incluidas. Aunque no está todo, ojo, si se quiere ser completista con esto -y os aseguro que es interesante- también debería al menos echarse un vistazo a las excelentes recopilaciones que de Lee Mallory (That's The Way It's Gonna Be) y Sandy Salisbury (Falling To Pieces) sacó Rev-Ola a principios de este siglo, con plenitud de grabaciones inéditas en colaboración con otros miembros de The Millennium y sobre todo, con Boettcher. En general, una maravilla, un hallazgo absoluto, descubrir la imaginación desbordante de la que hacían gala en estas canciones plagadas de luz de sol, California, amor y juventud. Absolutamente necesario e inconmensurable.

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Genesis, Wendy & Bonnie (Skye Records, 1969): las hermanas Wendy y Bonnie Flower (qué apellido más adecuado) eran ahijadas del percusionista de latin jazz Cal Tjader, de ahí que grabaran en un sello más dedicado al Jazz y la vanguardia que al pop, como era Skye. Genesis fue producido pora Gary McFarland, co-propietario del sello junto a Tjader y el guitarrista Gábor Szabor y aunque cayó en el anonimato, sin duda tiene muchas cualidades especiales. El especial ensamblaje que experimentaban las voces de las hermanas al armonizar, así como una producción que primaba lo minimalista en unos arreglos exquisitos que dejaban espacio a las canciones para respirar y resultar así especialmente resplandecientes, es cosa poco común de encontrar tanto en el flower-power como en el folk rock. Es un disco especial, una encantadora anomalía que cuanto más se escucha, más enamora. El disco fue acertadamente recuperado, a modo de sampler, por los galeses Superfurry Animals al inicio de su disco Phantom Power y ha sido bastante reivindicado, así como reeditado en años sucesivos.

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All Strung Out, Nino & April (White Whale, 1967): El sello White Whale es, por derecho propio, uno de los grandes protagonistas del sunshine pop. Además de albergar en su seno uno de los principales nombres de la melodía soleada, como son The Turtles, tuvo una lista de artistas a su cargo, como Liz Damon's Orient Express, Horses, The Clique o Triste Janeiro, que son enteramente recuperables en este contexto que nos ocupa. De todos ellos, sin embargo, nos vemos en la necesidad de rescatar una joya perdida a cargo de otra pareja de hermanos: Nino Tempo (famoso, además, como músico de sesión a las órdenes de Phil Spector) y April Stevens. Juntos tuvieron varios éxitos a principios de los 60 (por ejemplo con la famosa Deep Purple) pero fue con All Strung Out, disco con el que pusieron en práctica las técnicas de producción del muro de sonido de Spector, cuando realmente lograron un sonido sofisticado, en consonancia con las bonitas canciones que consiguieron reunir. Sin ir más lejos, la titular es toda una joya que no hubiera desentonado en un disco de la etapa dorada de The Beach Boys y en general, todo lo que incluye es una verdadera joya, que cómo no, el sello Rev-Ola se encargó de recuperar y reeditar con extras a principios de este siglo. Una absoluta delicia para amantes del pop más puro.

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Orpheus (MGM, 1967): El primero de los cuatro discos que hizo esta banda de Boston estuvo determinado por el toque de Alan Lorber, reputado productor de la era psicodélica de esa ciudad, él supo dotar del toque "sunshine" a las canciones de un combo que provenía mayormente, al igual que muchos de los artistas congregados en este artículo, de la escena folk de su ciudad. La sofisticación de la que hacen gala en la maravilla inicial I've Never Seen Love Like This, es de matrícula, pero la cosa no va en descenso, con una onda parecida a lo que podemos encontrar en discos de The Association o incluso The Millennium, aunque sin los grandes hallazgos de estos últimos. Ellos iban más al lado mainstream, intentando sonar juveniles y desenfadados, pero la verdad es que lejos de quedarse en lo frívolo, las canciones conseguían despegar y el conjunto, a todas luces, resulta fabuloso.

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Kites Are Fun, The Free Design (Project 3 Total Sound, 1967): Unos grandes aficionados al sunshine pop como son Stereolab, titularon una de sus canciones como el nombre de esta banda de Nueva York, eso nos da una idea de su dimensión a la hora de diseccionar este estilo. The Free Design, banda familiar formada por los tres hermanos Dedrick (esto de los hermanos es una epidemia), tuvieron una carrera bastante más larga de lo que viene a ser habitual en este tipo de bandas y con un culto y reivindicación también inusual tras su separación. Sus canciones han aparecido en diversas series de televisión del más diverso pelaje (Gillmore Girls, las Supernenas) y han sido remezcladas por artistas actuales, como los mencionados Stereolab o Superfurry Animals. Kites Are Fun es su disco de debut, un dechado de virtudes en el que, si bien las recreaciones que hacían de éxitos como Michele o The 59th Street Bridge Song (Feelin' Groovy) son realmente exquisitas, es con sus canciones como ellos realmente contribuyeron a cimentar el pop soleado. Sus juegos vocales, casi gregorianos, adornaban suntuosamente canciones como la que titulaba el disco, The Propper Ornaments (que da nombre a una interesante banda actual) o la compleja Umbrellas. Una delicada joya que inició una carrera que trajo siete interesantes discos más, uno de ellos a inicios de este siglo, en 2001, con la banda reunida tras muchos años debido a su fuerte reivindicación.

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A Midsummer's Daydream, Mark Eric (Revue, 1969): Lo tenía todo. Era rubio, alto, atlético, con dientes relucientes, hacía surf y además escribía canciones. Todo en uno. Mark Eric Malmborg era el sueño californiano hecho carne. Era cuestión de tiempo que cantara, pese a que su voz, ¡ups! no es que fuera la repanocha. Pero eso daba igual, tras colocar alguna de sus canciones a otros artistas (entre ellos, los famosísimos Four Freshmen, los ídolos de Brian Wilson) consiguió un contrato con una subsidiaria de la MCA y se encerró en los míticos estudios Gold Star junto a músicos profesionales para dar forma a este su primer y único disco, que perfectamente podría haber sido el mejor disco de los Beach Boys en la era post Pet Sounds. Una descomunal avalancha de orquestaciones épicas, coros angelicales, muro de sonido a la Spector y canciones ensimismantes sobre el verano, las chicas y el amor, con un cierto toque melancólico que las hacía irresistibles. Una lástima que este muchachote no diera para más artísticamente o nadie lo viera así, porque sus ideas eran realmente brillantes. Este es uno de esos discos injustamente perdidos que uno agradece enormemente cuando alguien atento (en mi caso fue, una vez más, Rev-Ola) los pone en su camino.

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Twinn Connexion (Decca, 1968): Más hermanos, esto es la guerra! En este caso, nada menos que rubios e idénticos mellizos. Pero la verdad es que Jerry y Jay Hopkins, que venían del mundo de la televisión y los musicales, en este caso no eran más que el vehículo que los compositores, productores, arreglistas y músicos Jerry Keller y Dave Blume tuvieron a mano para lanzar al mercado los sonidos que tenían en mente. Sixth Aveneue Stroll, su carta de presentación en forma de single tuvo el suficiente -y justificado- revuelo como para que se atrevieran con todo un lp, de rutiliante portada, por cierto, que en su conjunto iba en la misma dirección de melodías suaves, sutiles pinceladas de psicodelia y arreglos preciosistas, como los que exhibían en I Think I Know Him o Turn Down Day. Un disco para los que quieran profundizar en el género, pero que tiene su valor. Y que obviamente se hundió en lo más profundo del olvido, pese a que ha sido recuperado en varias recopilaciones de esas que escarban en los archivos de las discográficas y ahora un original en vinilo de este disco puede alcanzar cifras considerables.

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Take A Picture, Margo Guryan (Bell, 1968): Otro caso sangrante de olvido. Menos mal que a éste, el único disco de la cantautora neoyorquina, cuyas canciones han sido conocidas más que nada en la voz de otros artistas, como Spanky And Our Gang, Mama Cass o Astrud Gilberto, ha sido rehabilitado en su justa medida y reeditado varias veces, junto a muchas de las demos que hizo para vender sus canciones a otros artistas. Ser mujer, independiente y autora en los sesenta no debía ser fácil, no obstante se las compuso para poner juntas un puñado de sus mejores canciones en este Take A Picture que, como no podía ser de otro modo, es una auténtica delicia de principio a fin. Considerado hoy una de las joyas del sunshine pop, contiene una serie de canciones imbatibles que la sedosa y sugerente voz de Margo se encarga de hacer brillar como merecen. Arreglos de sitares, orquestaciones, ciertos toques de jazz, todo al servicio de maravillas como Sun, Love Songs, Think Of Rain y todo un conjunto completo de ensoñadoras maravillas llenas de melancolía, lluvia y sol a partes iguales, que hacen que resulte asombroso que un disco como este haya permanecido oculto hasta casi entrado este nuevo milenio, en que bandas eruditas como Saint Etienne lo han vuelto a traer a la palestra con sus versiones. Quizá fue porque era una mujer demasiado independiente. Dicen que no quiso someterse a las presiones de su compañía, que pretendían someterla a duras giras, decirle cómo debía vestir o peinarse. Bien por ella!

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Montage, The Love Generation (Imperial, 1968): The Love Generation seguramente sean una de las bandas más arquetípicas de todo esto que estamos hablando. Generados, cómo no, en Los Angeles, por los hermanos Tom y John Bahler (pero cuántos hermanos llevamos ya??), funcionaron al principio como un sexteto de chicos y chicas de perfecta imagen surfera. Con esta formación editarían dos excelentes discos, en los que se incluye por ejemplo el éxito Groovy Summertime, pero para el tercero, hartos de tener que contar con músicos un tanto amateurs, los Bahler decidieron montárselo solos, con la ayuda de músicos de estudios. Montage, de 1968, es sin duda su mejor lp, con canciones tan fantásticas como ese himno a la positividad que es Let The Good Times In, Love And Sunshine, Candy o la maravillosa Love Is A Rainy Sunday. Con este álbum acabaría la andadura de la banda, pero no la de los hermanos. Tom se dedicaría a escribir canciones para otros y colocaría su She's Out Of My Life nada menos que en el Off The Wall de Michael Jackson, pero esa es otra historia.

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For Women Only, Bergen White (SSS International, 1970): Bajo esta poco prometedora portada que ven ustedes aquí viaja esta, en mi opinión, obra maestra absoluta del soft pop, sunshine pop, barroco o como se le quiera llamar que en su día puso en mi camino, una vez más, las reediciones del sello Rev-Ola y que quizá haya sido el principal motivo de que me haya puesto a escribir este artículo. Un disco que, sin embargo, sigue siendo un grandísimo desconocido para incluso el publico "entendido", dado que el escaso eco que recibió en medios con ocasión de aquella reedición del 2004 no lo puso en el pedestal que merecía. Hoy día sigue tan inencontrable como siempre. Si lo buscan, no lo encontraran en plataformas de streaming y en youtube sólo hay canciones sueltas. Y es una verdadera lástima que nadie se anime a reeditarlo, porque es una joya. Bergen White era un señor que se dedicaba a componer y arreglar en estudios de grabación. Un curreta del negocio, para que nos entendamos. No obstante, fue tejiendo una reputación (trabajó hasta para Elvis) y eso le permitió reunir en un estudio a la creme de la creme de los músicos de estudio de Nashville y hacer lo que tenía en mente, la obra de su vida, que no es sino un perfecto compañero de estantería para Pet Sounds, la obra de otra luminaria como es Brian Wilson al que Bergen llegó a conocer -no en su mejor momento, debo decir- y con cuyo talento, sin duda el suyo podía de alguna manera compararse, o al menos eso demuestra esta soberbia colección de canciones profusamente arregladas, cantadas y tocadas para dar forma a esta crepuscular obra maestra "sólo para mujeres", pero que obviamente todos podríamos disfrutar, si al menos se le diera la mitad de la importancia que este disco realmente merece. Una pena que continúe en el baúl de los viejos recuerdos.

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Listen!, Gary Lewis and The Playboys (Liberty, 1967): Nadie en Disneyland sabía que aquél bisoño cantante que acudió junto a su grupo a pedir trabajo en el parque era en realidad el hijo primogénito del archifamoso comediante Jerry Lewis, pero la verdad es que a raíz de ello Gary y sus Playboys comenzaron a adquirir la notoriedad suficiente para conseguir un contrato discográfico y a partir de ahí, llegó un éxito tras otro. Lewis incluso sería elegido vocalista masculino del año en la votación de la revista Cash Box, por encima de Elvis o Sinatra. No obstante, su carrera, justo en el punto más álgido, sufrió el bache de la incorporación del cantante a filas en el ejército para ir a la guerra de Vietnam. Había, por tanto, que mantener el tirón. Soplaban nuevos vientos y la imagen clean-cut que se había vendido de él ya no servía tanto, en pleno nacimiento de la psicodelia. Así pues, Listen! fue el intento de que los éxitos continuaran pese a su ausencia. El productor Gary Klein, haciendo uso, además, de los soberbios arreglos y orquestaciones que hizo el inmenso Jack Nitzsche,  eligió un repertorio soberbio para el álbum, con generosas dosis de folk-rock, con dos versiones de Tim Harding y una de John B. Sebastian y profusión de canciones compuestas para la ocasión por la pareja Alan Gordon y Garry Bonner (de The Magicians), que entre otras joyas escribieron Jill, la maravilla sunshine que inaugura el disco y sería el sencillo extraído, aunque no con tanta fortuna en los charts como era habitual. Los tiempos, al fin y al cabo, habían cambiado inexorablemente. A su regreso de Vietnam, en 1968, Gary volvería a intentarlo, pero ya nada era lo mismo. En todo caso, con este disco dejó un recuerdo imborrable de sus amplias capacidades como vocalista.

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Excursions, The Tradewinds/The Innocence (Kama-Sutra, 1967): Y ahora, dos discos juntos con todos los ingredientes del sunshine: melodías pizpiretas, coqueteos con el vodevil, algo de comedia... todo venía urdido por unos profesionales del estudio de grabación, Vini Poncia y Peter Anders, que no contentos con colocarle éxitos a Darlene Love o The Ronettes, en 1967 formaron no una, sino dos bandas, The Tradewinds y The Innocence y sacaron sendos discos largos, cada uno de los cuales tiene sobrados argumentos para entrar aquí, aunque quizá no sean tan bestiales como otros de los reseñados. No obstante, son rarezas dignas de buscarse y disfrutarse. El de The Tradewinds, quizá el mejor de los dos, además, contiene la maravillosa New York's A Lonely Town y la no menos efectiva Mind Excursion. El disco de The Innocence, banda que el tandem formó para no hacerse a sí mismos la competencia, puesto que la aparición de su single There's Got To Be A Word, fue casi coetánea a la de Mind Excursion. Buena jugada, puesto que ambas fueron un éxito.

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Distant Shores, Chad And Jeremy (Columbia, 1966): La conexión inglesa. Chad Stuart y Jeremy Clyde ya gozaban de un estatus importante a la hora de grabar este disco. Habían formado parte de la british invassion desde que en 1962 grabaran su primer éxito Yesterday's Gone. Quizá el disco que deberíamos haber seleccionado de ellos para poner aquí sería Of Cabbages And Kings, en el que colabora el propio Curt Boettcher, pero éste Distant Shores es sin duda un favorito personal en el que brillan por derecho propio las canciones que tanto el dúo (la preciosa Morning) como los diferentes autores aquí representados aportan a un disco con una rutilante producción, que entre clavicordios barrocos y profusas orquestaciones logra crear atmósfera. Su versión de Homeward Bound de Paul Simon es soberbia, como lo son algunas otras creaciones hechas ad hoc para ellos, como la que les compuso su en aquél entonces bajista (y a la postre famoso productor) James William Guercio, un Distant Shores que abría el disco y que debería ser incluida en cualquier antología de pop preciosista sesentero que se precie. Una delicia de disco.

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This Is Us, Harmony Grass (RCA-Victor, 1969): Más conexión inglesa. Este grupo de Essex nació de las cenizas de los bastante exitosos Tony Rivers & The Castaways, banda de rhythm and blues que pronto progresó al pop y para adaptarse más aún a los tiempos, básicamente cambiaron su nombre al de Harmony Grass. Bajo este apelativo tuvieron un éxito considerable con su Move In A Little Closer Baby, que abría además su único álbum, este This Is Us que es una verdadera delicia de principio a fin y hoy día además toda una pieza de coleccionismo, llegando a costar el original cifras bastante importantes. Y es que además de la citada, el disco contenía otras maravillas de pop brillante y soleado como My Little Girl, What A Groovy Day, Chatanooga Choo Choo, Summer Dreaming o la imponente What Do You Do When Love Dies. Un disco incomprensiblemente sumido en el olvido cuyas virtudes son sobradas para recuperar junto a todas estas barbaridades que en este artículo estamos rescatando. Obligatorio.

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Roger Nichols & The Small Circle Of Friends (A&M, 1968): Roger Nichols, debería ser recordado por las canciones que escribió junto a Paul Williams o Tony Asher para otros artistas, como los Carpenters o Paul Anka, que por sus contribuciones personales al mundo del pop, de las cuales esta que aquí os recomiendo es prácticamente su única representación. Nichols, junto a su "pequeño círculo de amigos", que básicamente eran los hermanos Melinda y Murray McLeod, a las voces; el productor Tommy Lipuma y otros amigos como Lenny Waronker, Randy Newman o Van Dyke Parks. El disco fue poco o nada promocionado por parte de A&M records y pronto se hundió en el olvido, dedicándose Nichols a la composición para otros, pero la magnífica labor arqueológica del sello Rev-Ola nos lo devolvió restaurado y en edición cuidada hace algunos años. Y es una gran recuperación, porque los suaves sonidos que esta maravilla alberga son de otra galaxia. La fina y barroca producción, las armonizadas voces que parecen proceder de un universo paralelo, la soleada atmósfera que consiguen los arreglos, hacen de él uno de esos tesoros ocultos que merece la pena degustar con deleite de gourmet. Además de las consabidas versiones de Lennon y McCartney, Bacharach u otros que poblaban la mayoría de discos de este estilo, las composiciones propias de Nichols ya apuntaban a lo más alto, tanto en el trallazo inicial de "Don't take your time", todo un tour de force de melodía y orquestación, la satinada "I can see only you", la vertiginosa "Love so fine"o en las algo más folk-rock "Just beyond your smile" o "Can I go" se nos descubre un portentoso compositor que aquí tuvo su campo de pruebas para confeccionar el sonido que pocos años después haría archifamosos a los Carpenters. Una de esas golosinas pop que con los años uno aprende a descubrir y que demuestran que no todo está en las revistas y las enciclopedias. Hay que escarbar y escarbar para encontrar el oro.

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Eternity's Children (Tower, 1968): Antes de llegar a los dos discos mayúsculos que editaría este mismo año junto a Sagittarius y Millennium, con los que sellaría definitivamente el manual de estilo de esta especie de subgénero, el campo campo de pruebas de Curt Boettcher fue, al margen de su faceta como productor de los más comerciales The Association, una banda procedente de Cleveland que se hacía llamar The Eternity’s Children, en un alarde de hippismo de bachillerato y que estaba formada por chicas y chicos universitarios, que gracias a un afortunado single producido por Curt junto a su socio habitual, Keith Olsen (“Mrs. Bluebird”), obtuvieron luz verde por parte de su compañía, una subsidiaria de Capitol, para extenderse a todo un lp, que se grabó bajo la batuta del tándem y en el cual, pese a que la búsqueda del hit era más que evidente, encontramos gran parte de la genialidad del mago del sunshine, que usa al grupo como un instrumento más para construir su particular muro de sonido hecho a base de armonías vocales infinitas, varios tipos de teclados omnipresentes, ecos y más ecos en las percusiones o efectos extraños en los instrumentos de cuerda, todo perfectamente cuajado para conseguir el resultado deseado, que al fin y al cabo era tan psicodélico como lo de los Grateful Dead, pero en otra onda diferente, la que desprendían golosinas como “Again Again”, “Rupert White”, la original de Boettcher “You know I’ve found a way” (después retomada en el disco de Sagittarius) o la fantástica “Sunshine among us”. Un disco que no todo el mundo destacaría como importante de este año, pero yo sí, porque lo encuentro delicioso y creo que es un auténtico paradigma de eso que llamamos POP, escrito sea así, con mayúsculas.

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Feeling Groovy, Harper's Bizarre (Warner Bros., 1967): Pocos discos aquí incluidos lo hacen con más derecho propio que este. La banda formada por Ted Templeman y Dick Scoppettone, procedentes de The Tikis, banda de instituto que consiguió algún pequeño éxito al amparo de la british invassion, fue quizá el paradigma de sunshine pop. Chicos californianos bien peinados y con trajes limpios que le cantaban a su soleada tierra, a las chicas que en ella habitaban y en general a lo maravilloso que es ser joven. A base de eso se las compusieron para que el productor Lenny Waronker les cogiera bajo su manto protector y produjera para ellos varios éxitos, el primero de los cuales fue su adaptación de 59th Street Bridge Song (Feeling Groovy), de Simon & Garfunkel, que titula este álbum y fue un rotundo hit en su año de edición. Abriendo el disco, por supuesto, está el himno de todos los himnos sunshine, ese Come To The Sunshine compuesto por el mismísimo Van Dyke Parks (sí, el que compuso el disco Smile junto a Brian Wilson), que resulta ser una de las mejores declaraciones de principios jamás hecha para abrir un disco. Tampoco eran mancas las diversas composiciones primerizas de que sembró el disco un joven Randy Newman, como su Simon Smith And The Amazing Dancing Bear, así como otro par de temas con que también contribuía un jovencísimo Leon Russell que intentaba abrirse paso. Y lo había muy bien con I Can Hear Darkness, otra de esas perlas de música hedonista como un algodón de azúcar de la que este disco está lleno hasta los bordes.

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Y en España??

Papagayo!The Spanish Sunshine Pop & Popsike Collection (Toytown, 2007): lo mejor para entender la dimensión que tuvo el sunshine pop en nuestro país, o más bien, en el pop cantado en castellano, que la hubo, es adquirir esta maravilla puesta en circulación por el sello Toytown, con profusión de notas interiores a cargo de Félix Mundo y Mr. Toytown, que nos ayudan a descubrir esta extensa serie de maravillosas oscuridades de los años sesenta y setenta, como el monumento que lo abre, ese Don Nadie, de los desconocidos Caoba, o la maravillosa Fue Una Lágrima de las colombianas Elia y Elizabeth, dúo que sí que ha gozado de bastante reivindicación últimamente, gracias a la inclusión de una de sus canciones en la serie Narcos y la edición de un recopilatorio por Munster. También encontramos a los magníficos Dulces Años, todo un hallazgo, los más famosos Angeles, o Nuevos Horizontes, cantando por Vainica Doble. Una absoluta joya y un encomiable esfuerzo de arqueología y recuperación que más que nada, lo que nos trae es una soberbia colección de canciones para disfrutar de manera infinita.
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Planeando En Tu Azotea, Serpentina (Elefant, 2007): Un disco que me toca especialmente la fibra personal. Nada menos que el disco favorito de mi hija de seis años, el primer disco al que se ha aficionado en su vida y, de paso, urdido por dos personas a las que tengo en gran estima. Los hermanos (¿¿más hermanos aún??) Tamarit, Paco y María, son dos de las personas más dotadas para la música que me he cruzado en esta vida. La segunda es soprano y una de las voces más bonitas de la Comunidad Valenciana y el primero, entre el espacio que le dejan su contribución a los famosos La Casa Azul y su banda de toda la vida Sr. Mostaza, siempre se las ha apañado para dar rienda suelta al tremendo amor que siente por los sonidos más soleados de los sesenta. Entre los varios proyectos que ha emprendido en este sentido, éste, el segundo disco que editó junto a su hermana como Serpentina en la disquera Elefant, es su obra maestra. El perfecto tributo a toda la música de la que hemos hablado en este artículo, que la trae hacia la actualidad con un gusto y un mimo totalmente fuera de lo común y sobre todo, con canciones de antología, como la maravillosa El Universo, Mañana, Festival o Querido Miedo. Un disco de esos para quedarse a vivir en ellos. Un verdadero tesoro del pop español para el cual no tengo suficientes elogios.










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2 comentarios :

  1. Excelente texto y selección de discos , material delicatessen cuajado de sensibilidad y buen gusto. Mi más sincera enhorabuena . Saludos

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