Hay artistas que deberían ser portada de webs y revistas musicales cualquiera que sea su orientación sonora. Mentes pensantes y brillantes que no se detienen en la fachada ni apuestan por el camino fácil, sino que a cada paso intentan llegar un poco más allá para dejar un poso en el oyente difícilmente olvidable. Ana Béjar es una de esas voces en el desierto, y ha entregado un disco lleno de emociones a flor de piel en el año más odioso de nuestras vidas.
Un conjunto de canciones elaboradísimo, un cruce de fronteras estilísticas y capas de cuerdas acústicas y eléctricas que empieza en “I first came blind” y se prolonga en un recorrido serpenteante y fundamentalmente oscuro, repleto de recovecos por donde se cuela un sol tímido e igual de inquietante. Los arreglos de Jesús Martínez, el brazo derecho de una creadora en pleno estado de ebullición emocional, consiguen recrear el sonido del agua, del aire, del fuego, en una suerte de country deconstruido, así como en ese cántico desesperado al infierno de los sentimientos que es “And yet it’s not night”, como si quisiera anunciarnos que la luz del día nos sanará a todos de los males que aún amenazan con contagiarnos.
La idea
del rock que bulle en la cabeza de Ana Béjar no es otra que la intuida en
“Sahara star”, una aproximación al universo infecto de unos Bad Seeds o, visto
con otra perspectiva, una probatura post-rock
más que acertada. Hay también trazas de banda sonora en “Rhoda”,
posiblemente para una road movie o
serie con personajes fantasmagóricos, y una exploración constante hacia nuevos
territorios, sin apenas concesiones ni ánimo de conducir por el centro del
carril. Un álbum pensado como un puzzle de rock atmosférico, crepuscular en las
ensoñaciones que aborda a base de programaciones y percusiones reales o
figuradas. Como un paisaje emborronado, o como la nana con acordeón que lo
cierra (“Himmel und Erde", único tema del lote cantado en castellano), la música
de esta mujer es a la psique del oyente lo que una yesca mojada en un fuego
nocturno. El empeño por perdurar sin dejar rastro. O lo que es lo mismo, otra
forma de conocernos a nosotros mismos sin dejar de hacernos las mismas
preguntas de siempre.
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