La Sala Moon de València se vio atiborrada de público, en una velada que cumplía con todos los visos para convertirse en una de las del año. Dos artistas se iban a encargar de que ello, finalmente, fuera así o no: la incipiente Chloë’s Clue y la consagrada internacionalmente Mon Laferte. La valenciana subió al escenario visiblemente emocionada por telonear a la estrella chilena; lo hizo de forma valiente, asistida, exclusivamente, por su guitarra. No defraudó con su voz cálida, tímida por momentos, aunque, paradójicamente, en absoluto desvanecida; no en vano, entre sus legítimas pretensiones, se encuentra la de cantar sobre las tablas todo aquello que silencia por reparos de diversa naturaleza; además, mostrando sus introspectivas delectaciones, latentes e inhibidas. Todo ello, mediante sus «cantos/llantos ligeros» [sic]. Va siendo profeta en su tierra, varios de sus temas los desarrolló al alimón con el público heteroedetario ante el que se encontraba, principalmente, eso sí, integrado por mujeres. Dejó muy buenas vibras con su estilo indie folk, todo listo para que surgiera sobre la tarima esa señora de la música —de la vida— que es Mon Laferte.

En el patio, gentes de varias nacionalidades —Chile, por supuesto, Honduras, Francia, México, Ecuador, Argentina, Perú...— y territorios patrios. Inició el concierto con el bolero «Aunque te mueras», incluido en uno de sus dos álbumes —«Seis»— del pasado año, aderezado con un pop sobrio e inmaculado, envolviendo su mayor y mejor recurso hermenéutico: su agridulce voz de alto. Con este comienzo, fue posible comprobar que lo que lleva a cabo Laferte no es meramente cantar, interpreta, sin histrionismo, dobleces ni estridencias rapsodas, lo justo, aunque más que suficiente, para dotar de dramatismo buena parte de sus composiciones. Estas discurren por vericuetos, sobre todo, irradiados de amor y desamor, siempre con pasión; de vindicación feminista, como en "La mujer" o "La trenza"; de raíces mexicanas revisionadas en gran parte de "Seis", pergeñado en el inspirador y mágico espacio de Tepoztlán. Muy al contrario de lo sucedido mientras elaboraba "Mon Laferte Vol. 1", sufriendo una depresión en condiciones de aguda precariedad económica; estas coyunturas influyeron en todos los temas que incluía el álbum, como no podía ser de otra manera, de los que interpretó hasta cuatro cortes —"Amor completo", "Si tú me quisieras", "Tormento", "Tu falta de querer"— sobre el escenario de la Moon. De "1940 Carmen", mostró sus dosis de optimismo e ilusión, tomados como elementos característicos en el amor, y la vertiente más enternecedora de este con "Algo es mejor" y "Química mayor", desde una creciente y sólida madurez personal. 

A la de Viña del Mar le dio soporte una banda de músicos cuya calidad quedó fuera de toda duda, siempre al servicio de la protagonista, Laferte, y del elevado número de estilos por los que transitan sus composiciones, la mayoría de ellos de fundamentos latinoamericanos, en elegante concordia con trabajos más pop, manteniendo una sana distancia con el urban. En la cola de entrada al recinto, ya se podía escuchar a personas cantando algunos de sus temas, lo que nos indicaba que el público le llegó entregado no, lo siguiente. Aunque, quizá, le costara un poco más engancharse, posiblemente debido, en parte, a algunas interrupciones dadas para que hasta dos jóvenes varones la acompañaran en la plataforma —con relativa solvencia, por cierto—. La segunda mitad del bolo sí discurrió de forma más dinámica, dándose una continuidad entre temas deviniente en la absoluta entrega de las y los asistentes, así como en la participación general activa, coreando las canciones. Esto proporcionó momentos emotivos, en los que la concurrencia entonó algunos epinicios a capela o acompañada por los instrumentistas. Hora y media de concierto, sin bises, que, si no se constituyó en uno de los del año en València, obró muy próximo cuando menos.