Dos años después, vÃa
BBC radio, escuchamos una canción con una producción impecable que sonaba a los '60 pero con toda la perfección sonora de la actualidad. VolvÃa a tratarse de la londinense, de la Winehouse, pero totalmente cambiada. Y tanto que cambiada, ya que habÃa dejado su imagen más “modosa”, más blanca, y se habÃa convertido en una Ronette del siglo XXI. Moño a lo
Divine, ratty beehive, con toda su exageración, con un maquillaje más que marcado, cual
Cleopatra trasnochada, y con una actitud vendida en sus videoclips totalmente guerrera. Nada que ver con aquella Amy del jazzÃstico
“Frank”. Porque el
“Back to Black” era eso mismo, una vuelta a lo negro, estilÃsticamente, musicalmente y, en cierta medida, en lo que a su vida personal se referÃa.
“You know I'n no Good”,
“Back to Black”,
“Love is a losing game”,... y aquellos guiños tan cercanos a
The Suppremes como
“Addicted” o el
“Tears dry on their own”, homenaje en todos sus pasajes de aquella maravilla musical que
Marvin Gaye y
Tammy Terrell popularizadon hacÃa entonces más de 40 años. Canciones con mayúsculas bajo la producción del genial
Mark Ronson (hermano de la polémica DJ Samantha Ronson) que nos hicieron confiar de nuevo, y a ciegas, en el poder de la música, en lo que era capaz de transmitir. Volvió a ponerse de moda un estilo como el soul más clásico pero en la voz de una chica blanca inglesa, de clase media y con más de un problema con las autoridades. Lo tenÃa todo para poder haberse convertido en leyenda 40 años antes, pero se convirtió en su propia estrella 40 años después. Casualidades...
Aquel
“Back to Black” nos dejó grandes momentos musicales, pero también grandes momentos de tertulia con los amigos. Analizar las canciones, decidir cuál era la mejor, cuál sobraba,... opiniones en tertulias alcoholizadas y con nocturnidad alevósica que siempre nos llevaban a alabar a la “gran” Amy. Y es que aquà jugábamos con toda la ventaja de mundo: era muy fácil de convertir en “grande” teniendo tantos puntos a favor: su voz, su música, su vida, su estilo,... pero también su ciudad, nuestra amada Londres, y su barrio ese
Camden donde siempre acabamos rindiendo tributo indie por sus calles. Ese halo era el que rodeaba nuestra visión de la Winehouse, lo transformaba en todo lo perfecto y quizás lo fundÃa un poco con ese lado fan que en realidad nunca abandonamos en nuestras adolescencias...
London, 2007. Todos y cada uno de los periódicos gratuÃtos que podÃa obtener en las paradas de metro o en los stands callejeros tenÃan algún artÃculo relacionado con
Amy Winehouse. Escándalos en fiestas, “pilladas” con compañÃas poco recomendables,... Todos los dÃas habÃa foto y artÃculo con los que poder humillarla públicamente a través de los tabloides. En un programa de tertulias matutino encontramos a su hermano (parecido a ella no le faltaba) hablando sobre las salidas de su hermana. Sobre sus salidas y sus entradas, claro. Y no perguntéis por qué pero en mi móvil tengo guardada desde entonces una foto que le hice a ese momento... No tiene explicación, pero ahà está...
Una de las noches nos llevaron a un local que tenÃamos ganas de pisar desde que nos habÃan hablado de él:
Madame Jojo's. Templo del soul y sus ramificaciones en el corazón más subterráneo de nuestro querido Soho. Un lugar pequeño pero lejos de todos las las tÃpicas discotecas o pub del momento, allà o aquÃ. Soul, ska, R&B...
Marvin Gaye, la
Motown,
The Funk Brothers,... Y de repente suena alguna canción de Amy Winehouse. Os podréis imaginar ese exacto momento en el que comenzaron los primeros acordes... Era como sentirse en casa, como saber que todo va bien, que nada de lo que pudiéramos tener fuera importara... Esa sensación, y no otra, es la que su música nos fue dejando tema a tema. Sider, white wine y mucho soul acompañaron aquellas horas hasta el amanecer, convirtiendo el
Madame Jojo's, al que no hemos vuelto desde entonces (quizás por no querer que nos decepcionara), en un templo del soul a todos los niveles: en el nivel del estilo musical pero también en el nivel del alma.
Madrid 2008. El festival
Rock in RÃo llega a la capi y como Winehousianos de pro, decidimos ir a verla en directo. No hubo que preguntarse nada, solo descolgar el teléfono y decirnos
“compra tú las entradas que nos vamos para allá”. Y allà estábamos, 21.00, en mitad de la nada y dentro de un complejo bautizado como “ciudad musical”. Allà apareció la londinense, copa en mano, tacones como punto de apoyo y con la figura de su inseparable corista, siempre a su lado en todos los lapsus escénicos de la cantante. Despistes en las letras, despistes en los movimientos,... y como borregos, una audiencia que la alentaba a cada trago de vino que daba de su copa. Somos asÃ, está en nuestra genética. Pero más allá de eso, más allá de comprobar que en medio de una canción se quedaba mirando los viajes que daba la tirolina sobre su público (quizás sin entender por qué habÃa gente volando en el cielo), más allá de todo lo que ya nos habÃa calado, compartimos canciones y momentos que sabÃamos, en cierta forma, no volverÃamos a vivir nunca.
“La próxima vez en Londres”, nos prometimos, ¿recuerdas, Paco? Pero pronosticamos que no llegarÃa a un tercer disco. Y asà fue.
Y ayer nos quisimos sorprender por su muerte, muerte anunciada o muerte que ya lo era desde hacÃa mucho tiempo. Amy era ya un fantasma antes de ser fantasma, pero con todo el glamour que conllevaba ser un fantasma con esa voz, o con ese legado. Un intento de levantar la cabeza con aquella versión del
“It's my party” hizo fantasear a algunos devotos con una vuelta a la industria; pero sabÃamos que no serÃa asÃ. En la prensa todos los medios se hacen eco, pero más que nada por la imagen que esos mismos medios habÃan difundido de la artista. ¿Cuántos músicos hay que mueren en circunstancias parecidas y a los que no se les da tanta importancia? Sin embargo, la fama y los despiadados tabloides, con una pizca de sensacionalismo contÃnuo, hizo que ahora todos hablen de “leyenda”. Pero esa “leyenda” es solo la visión que de ella siempre rebotó en los medios de comunicación.

Casualidad también que muriera en esa edad maldita, la de los 27, la edad de los
Cobain, de los
Morrisson, de los
Joplin... en definitiva, de los grandes. Quizás “grandes” por las vidas que llevaron. Quizás por ser ejemplo de vidas entregadas y vividas por y para la música. Quizás por la “tragedia” de las muertes que se ven venir de lejos. Pero todos ellos, incluÃda Amy, vivieron como quisieron vivir. Aunque intentaran obligarles ir a rehabilitación, ellos siempre dijeran
“no, no, no...”... Y ahora todos hablan y recuerdan la muerte de
Michael Jackson... justo el dÃa anterior al concierto de
Amy Winehouse en el Rock in Rio de Madrid... Pero Amy no era Michael, reconozcámoslo. Sin embargo, por esas razones tan poco cientÃficas, tan poco objetivas de las que hemos estado hablando, sà que se ha convertido en leyenda. Esas razones que solo nos han dejado sus canciones, 2 discos, una edición deluxe y un puñado de colaboraciones varias. No ha sido necesario más. 5 años de ascenso y descenso, de habladurÃas, de vÃdeos colgados en internet y de “qué pena de chica” en cualquier conversación al respecto. Porque quizás las leyendas no tienen por qué forjarse, sino sentirse, y a nosotros quizás, solo nos quede sentir ese leyenda y la promesa de volver a
Madame Jojo's y de tomarnos 2 o 3 pintas de sidra en su honor en cualquier pub del
Camden.
Como cantaba en la
"Tears dry on therir own",
"the Sun goes down"... y sÃ, the Sun went down... Just for you, just from us.
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