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miércoles, abril 10, 2013

Pelo Mono - Soul. Córdoba, 17.03.13


Pelo Mono - Soul. Córdoba, 17.03.13

Imagino el día en que a Pedro de Dios, aburrido entre fumata y cerveza en su refugio granadino, se le encendió la habitual bombilla de la creatividad y sintió que algo nuevo, como un impulso irrefrenable, comenzaba a bullir en su interior al brillo del bulbo luminoso. Su mirada se debió concentrar por unos minutos en dos máscaras, caretas de carnaval o artífices de alguna extraña performance, que parecerían devolverle el guiño y casi empezar una conversación que solo existía en su cabeza. En ella, el rostro amenazante y peludo de un gorila de goma le instaba a coger de nuevo su guitarra (seguramente haría apenas un momento que la habría colgado) y a acompañarle en una selvática percusión, un ritual que debía ser completado, siempre en su inagotable imaginación, con otro personaje infrahumano, algo así como un sadomasoquista con exceso capilar emigrado a la jungla en pleno proceso de transformación física y espiritual. A medio camino entre la tierra y el agua, entre el desierto y el pantano, solo había que buscar la música que acompañaría a estos peculiarísimos personajes en una travesía incansable y no exenta de peligros. El primate y el hombre sin rostro se reencontrarían así en una suerte de homínidos primitivos, apenas formados, movidos a puro golpe de instinto y sudando a pelo, nunca mejor dicho, por conquistar un incierto destino en el que sobran las palabras y solo importa el pulso vital conducido por unos pedales, unos pequeños amplificadores, seis cuerdas elevadas al cubo y una tribu de tambores golpeados solo por dos brazos. Al final de su ensoñación, al bueno de Perico, nuestro mañoso protagonista, una gran sonrisa se dibujaría bajo su rostro de cuero. La misión estaba cumplida incluso antes de ponerla en marcha. 

Llamaría a un tal Antonio Pelomono, que seguro que entendería el conceptoSí, ese podría ser un buen nombre de guerra. Como reivindicación y como vuelta al origen, cuando no éramos más que simios irracionales y arrogantes (aunque más de dos mil años de evolución nos hagan constatar que muchos aún lo siguen siendo) y los brindis los hacíamos con caldo de huesos y vino amargo bañado en sangre y hojas de eucalipto. A eso sabría la música de Pelo Mono, a parajes inhóspitos, a seres asalvajados, a pálpitos de otro tiempo. En lenguaje sonoro, a rock desafinado, surf envenenado y gritos pelados desde las entrañas del blues. Un proyecto destinado a la supervivencia de la especie, todavía sin una forma definida pero con un perfil muy claro, por muy contradictorio que esto parezca, y con las prestaciones habituales de la omnipresente guitarra del cantante (o deberíamos decir “gritador”) de los admirados Guadalupe Plata, otras estrellas de nuestro particular bestiario con los que comparten el limo de un suelo del que siempre se sale a flote. El remedio para que el ataque del dúo enmascarado no nos pille desprevenidos es bien sencillo: no esperar ni un segundo de respiro, ni siquiera detenerse en presentaciones innecesarias ni alardes comunicativos. Sentarse, buscar el ángulo adecuado y dejarse hacer, nada más y nada menos.

De la selva directamente trasladados a una habitación cómodamente perturbadora (‘Pink room’), se enredan en diálogos instrumentales mucho más intrincados de lo que aparentan. El resto de armario pantanoso tiene un hueco guardado en el ‘Cortocircuito en la jungla’ que conecta con un despeño generalizado en ‘El barranco de los lobos’, unas luces en medio de las sombras convertidas en ‘Sonido amazónico’ y algún que otro punteo más alegre de la cuenta en ‘Frankie’ y ‘B. B. Bronzy’, que no sabemos si será el nombre de algún colega tan lejos de la alopecia como ellos o simplemente otro de los integrantes de un reparto ficticio que bien pudiera ser el resumen de un perfecto elenco cinematográfico. Y ya que hablamos de cine, me viene a la memoria la mítica escena del monolito en ‘2001’, la monumental obra de Stanley Kubrick, en la que el abismo secular que separa a la actual civilización de los monos que poblaban el planeta servía de metáfora para comprobar que todo ha cambiado para que casi todo siga igual, en el fondo. Seguimos poniéndonos máscaras para enfrentarnos al mundo, y debajo de ellas siempre asoma nuestro verdadero yo, justamente el que queremos ocultar con demasiada frecuencia.

Los Pelo Mono, sin embargo, están aquí para enseñarnos que todo avance conduce a un principio, al punto en el que volver a hacer rodar la noria de la fortuna, y que como siempre, lo único que debemos hacer es encontrarle la banda sonora perfecta. Grupos con esta actitud son cada vez más necesarios, y ojo, que cuando terminen de grabar lo que apuntan sobre el escenario, a todo aquel que los escuche le apetecerá, al menos durante una hora, volver a ser un feliz Australopithecus.

















Texto: JJ Stone
Fotografías y vídeo: Raisa McCartney

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