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lunes, mayo 09, 2016

Fat White Family: "Songs for our mothers" (Fat Possum/Without consent)

Son feos, inquietantes y apestosos. Y lo que es aún mejor: lo saben plasmar en un disco, que aunque algo irregular, se nos antoja necesario. 


De acuerdo. El rollo "hermanos tóxicos", de los de lengua para lavar con lejía y aficiones más autodestructivas que hacer gárgaras con una gillette, está más visto que el tebeo. Los Gallagher o, mejor aún, los Ryder, dejaron el listón bien alto hace muchos años. 

Tampoco la mezcla de rock psicodélico, glam, electrónica y sonido industrial es que sea algo demasiado novedoso. Ya la hicieron hace décadas Primal Scream, o mejor aún, Psychic Tv. Pero qué quieren que les diga, últimamente el pop está tan domesticado, tan anestesiado, tan falto de una mancha de mierda que lo ensucie, que la segunda referencia en formato largo de esta banda británica liderada por dos hermanos de origen argelino -Los Saoudi-, que hacen declaraciones tan jugosas como "no puedo ver una película a no ser que salgan nazis en ella"o "hay profundas cuestiones psicológicas en esta banda que son un problema mayor para nosotros que las drogas", defecan desnudos en el escenario, se auto-mutilan, usan la parafernalia neo-fascista como imagen o, de repente, citan a Goebbles, me divierten... 

Vale, igual estén un poco sobreactuado todo. A lo mejor, la búsqueda del hype, de ese titular grandilocuente siempre tan importante para seducir a la prensa inglesa, nuble o tuerza el redondeo de lo verdaderamente importante, que son las canciones. Pero de algún modo me parecen absolutamente necesarios. Esta panda de pirados tenían que llegar justo ahora, más que nada como reflejo (en plan zas-en-toda-la-boca) de lo que falta en el panorama pop: actitud. 

Seamos serios: aquellos tiempos en que el pop era algo trascendental para medir el curso de los tiempos, la modernidad y el devenir cultural, pasaron. Pero lo menos que podemos pedir a los que se empeñan en mantener vivo el circo es una pizca de arrojo, ese gramo de mala intención, de peligro, que añada sangre y aleje del más puro automatismo a su acto. 

Y este disco, de bonito título, es un buen compendio de actitud "in-your-face", acompañada de algunas grandes razones, en forma de canción enferma, como son el hitazo incontestable de apertura, "Whitest boy on the beach", o el cínico escupitajo sobre Ike y Tina Turner que es "Hits, hits, hits", pasando por el glam industrial de "Satisfied" o la densidad leprosa de "We must learn to rise"

El único problema es que no todo el contenido del disco está a la misma altura y el concepto de la banda acaba fagocitando un poco el resultado general, que queda a medio camino de culminar la gran obra que podría haber sido. No obstante lo dicho, el conjunto no se resiente tanto de esa circunstancia y acaba dando forma a un cuadro feo e inquietante que no deja indiferente. Molan tanto como apestan...y mucho.

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