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sábado, junio 22, 2019

Yola. Loco Club (València). 21-06-2019

La británica se reivindica como fuerza de la naturaleza a la hora de fabricar country-soul genuino y ardiente en un concierto que demostró que sus canciones están a la altura de su voz. 


Lo reconozco: estaba en un error. Dije y mantuve que el principal problema del disco de debut de Yola (sin contar su mini de 6 canciones Orphan Offering, de hace tres años) no estaba a la altura de su primera canción, un Faraway Look que nos dejó a todos boquiabiertos allá por febrero, cuando apareció. La verdad, el disco está bien, pero tras varias escuchas no lograba encontrarle las virtudes que muchos le encuentran al conjunto, pese a que lo considero notable. Ayer, al fin, vi la luz.

Fue como un relámpago deslumbrante. No tuvo mas que abrir esa boca para dejarme petrificado. Y es que un disco como  Walk Through Fire, con quizá demasiados elementos aditivos (productor famoso, co-autoría de canciones con algunos de más grandes songwritters de Nashville, banda de infarto, sonido poliédrico...) como para prestarle atención a lo básico, las canciones, quizá necesitaba reivindicarse en directo para manifestar así todo su esplendor. Así fue.

Demostrado está que esta mujer es un animal de escenario curtida en mil batallas. Ahí están sus colaboraciones con Massive Attack, James Brown o Katy Perry. No obstante, al contrario de lo que sucede a muchas de las protagonistas del documental A 20 Pasos De La Fama, ella no quiso quedarse al margen y buscó la forma de alumbrar unas canciones que llevaba cociendo desde que de pequeñita era la freaky de la clase por escuchar a Dolly Parton, Otis Redding o Aretha Franklin. Ella quería, necesitaba, ser ella misma. Ayer nos explicó el porqué. Nos lo explicó muy claro.

Una media entrada que por momentos parecía un llenazo esperaba expectante a la de Bristol, merced a una promoción que se hizo sola por la insistencia de mucha gente en redes sociales a causa del disco. La palabra conciertazo era trending topic tanto en comentarios de facebook como en los momentos previos a la actuación. Creo, de hecho, que es uno de los conciertos que he visto en esta sala que más comentarios previos ha recibido. Y como siempre pasa en los casos en que las expectativas crecen tan alto, uno no podía evitar mantener pensamientos escépticos. Se vendía la piel del lobo antes de haberlo cazado y esas cosas.

Todo quedó resuelto de manera meridiana en el momento en que ella y su elegante banda, a medio camino entre un combo country rock de los 70 y la banda de acompañamiento del sello Stax, salieron a escena. Tal como dijo Dan Auerbach, cuando ella entra en un recinto, no es sólo su voz, es su entera persona, su carisma, el que lo cubre todo. Tiene una presencia ineludible: es una mujer en apariencia calmada, segura de sí misma y de sus cualidades, que mira a su público con ternura, pero que tiene el rugido guardado para los momentos que es necesario sacarlo. Existe en ella esa tormenta interior latente que deben tener todos los grandes cantantes de música enraizada en el rhythm and blues.


Así quedó patente nada más empezar un Lonely The Night, el tema encargado de abrir el set. Una de las mejores piezas de su álbum, que fue la que de golpe y porrazo nos mostró a una intérprete que al soltarse con la llegada del magnífico estribillo de la canción, arrancó la primera ovación de la noche. Y de ahí, ya todo fue hacia arriba: la maravillosa Ride Out In The Country, Still Gone, Shady Grove, Rock Me Gently, Love All Night, Walk Through Fire, It Ain't Easier... es complicado defender un repertorio en el que sólo hay canciones de un disco (con la única excepción de What You Do, de su primer EP) y mantenerlo todo como si lo que uno está escuchando fuera una compilación de éxitos. ¡Qué barbaridad, qué canciones, qué voz! Algo nos recorría la espina dorsal a todos. Los aplausos más sinceros que estos oídos han escuchado en tiempo sonaron como un estruendo y sirvieron para arrancar de la artista una última andanada: aquí sí que tiraría de versiones, quizá algo obvias en cuanto a título, pero una vez más, con una intransferible personalidad que las hizo suyas.


El Spanish Harlem que escribieran Jerry Leiber y Phil Spector, reconvertida en huracán funk a través de la lectura de Aretha, a la cual Yola supo insuflar nueva intensidad e introducirse en una recta final  coronada por el Big Yellow Taxi, de una Joni Mitchell que la británica citó como una de sus principales influencias (y de quién no...), que hizo medley con un The Letter, de The Box Tops, en la lectura que Joe Cocker y Leon Russell dieron en aquél Mad Dogs And English Men de hace ahora 50 años. Y nos dejó así, atontados, con la boca abierta. Y aún no se nos ha cerrado.

Seguramente Yola vuelva, se la vio a gusto en nuestra ciudad y con nuestro público. Me gustaría que el boca a boca corriera de tal modo que este próximo evento significara un llenazo o incluso hubiera que cambiar a un recinto más grande. Significaría que aún hay espacio para otro tipo de músicas que no sean la nostalgia 80's o el indie recalcitrante en nuestra ciudad. Y sería fabuloso. Soñar es gratis.

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