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lunes, julio 22, 2019

Bette Smith + Leya & The Gentlemen. Loco Club (València) 11/07/2019

Una sudorosa y explosiva ración de soul-rock de club es lo que propició esta fiera de Brooklyn a un público al que su descarga ayudó a soportar el calor del sofocante mes de julio valenciano. 


Foto: Sergio Lacedonia

¿Recuerdan aquello del pub rock? Sí, hombre, aquella corriente que tuvo lugar en la Inglaterra de principios de los setenta merced a una serie de bandas de nombres tan rocambolescos como Brinsley Schwartz, Chilly Willy And The Red Hot Peppers o Ducks Deluxe, que allanaron el terreno a la aparición del punk gracias a su preservación del rock and roll primigenio llevada a cabo en clubs como el Hope & Anchor o el Tally Ho, a través de actuaciones vibrantes y desenfadadas en que el sudor se mezclaba con cantidades ingentes de cerveza y un sonido chirriante.

Fueron la escuadra que mantuvo inexpugnable la trinchera, los conservadores de museo que hicieron que llegaran vientos frescos y todo volviera a cobrar vida, al menos durante un tiempo. Hoy me temo que esa preservación es todo lo que nos queda. Artistas que siguen tirando de tradición, de las cosas hechas como antes, pero que ya nunca podrán acceder a un público mayoritario, quitado de excepcionales apariciones en algún que otro festival, porque los tiempos han cambiado. No diré ni a mejor ni a peor. Pero han cambiado. Y es un hecho.

Foto: Sergio Lacedonia
Sin embargo, artistas como Bette Smith, antes conocida como Bette Stuy y mucho antes como Sharon Smith, que se han curtido primero en la iglesia y luego en night clubs de una y otra costa de los Estados Unidos tocando blues, soul y rock and roll, son los que mantienen viva una tradición que no, ya no tendrá la trascendencia que tenía, pero algunos la encontramos tan vital que es de agradecer que aún existan conservadores de museo como ella que de vez en cuando sacan a relucir los tesoros de una música, la que deriva de las tradiciones afroamericanas y del rock, en general, que lo que sí que sigue siendo es tan vibrante como siempre, sobretodo cuando quien la saca a relucir es tan competente y autorizado como quien nos ocupa.

Sí, la Smith es una cantante eminentemente de club, de espacio pequeño. Decían quienes la vieron en su anterior visita a nuestro país (no hace mucho, en febrero) en algún festival que su actuación no era para escenario grande. Puede que tengan razón, en un escenario como el del valenciano Loco Club, que comienza a ser todo un templo para ese objetivo de preservación, es donde todo esto suena a lo que debe sonar. Y así sería esta concreta noche.

Precedía la actuación de la neoyorquina una formación valenciana que también está aportando un considerable grano de arena a toda esa preservación de la tradición del soul. Leya And The Gentlemen, capitaneados por la parisina Leya Pourdevrai, así lo demostraron repasando los temas de su disco Dreamers (2017) y alguna que otra versión, en una actuación potente y electrizante en que la frontwoman, en visible avanzado estado de gestación, dejó patente que eso no es un impedimento para rendir con encomiable brío tributo a las raíces del rock and roll con un set que estuvo totalmente a la altura de lo que se ofrecería como plato fuerte de la noche.

Y el plato fuerte no se hizo esperar. Tras el correspondiente calentamiento a cargo de su banda de acompañamiento, un combo joven integrado por típicos músicos de los que pueblan los establecimientos nocturnos de música en directo que uno encuentra a patadas por el Greenwich Village o Brooklyn, que descargaron una competente pero algo carente de brío versión de Living For The City de Stevie Wonder, salió Bette Smith con un pelucón afro y un atuendo que mezclaba lycra, cazadora y hasta fajín, elementos que hacían temer seriamente que le diera un golpe de calor que nos dejara sin concierto.

Foto: Sergio Lacedonia

No fue así, si no más bien todo lo contrario: desde el primer segundo en que llenó el escenario con su presencia no hizo más que hacer elevar la temperatura del recinto. Saltaba, palmeteaba, sonreía a boca plena, gritaba y en resumen, hacía todo lo posible para dar a la gente lo que quiere: espectáculo. Espectáculo rock, espectáculo soul, a partes iguales. Porque lo de Bette es una mezcla pluscuamperfecta entre los ámbitos blanco y negro de esa tradición americana que venía a defender. Su infancia como cantante gospel en la iglesia en la cual su padre era el director del coro y todos los años destacando como cantante de blues salían a flote, cual si de toda una Etta James se tratara (después precisamente le rendiría homenaje a la intérprete de At Last) de una manera natural, pero se entrelazaban con los fieros guitarrazos que un guitarrista quizá excesivamente pirotécnico, pero sin duda un buen director de banda, que llevaban todo al terreno más endurecido del rock and roll.

Su Manchild, uno de los singles más destacados del álbum Jetlagger, el único que de momento la cantante tiene para presentar, fue el pistoletazo de salida de un repertorio que no daría lugar al desfallecimiento ni un solo segundo. La misma animosidad que describíamos más arriba por parte de ella y su banda imperó en todos y cada uno de los momentos que estuvieron en escena, dando muestra de un dominio y una capacidad de entretenimiento realmente portentosos.

Foto: Sergio Lacedonia

Los originales del disco que alumbrara en Memphis junto al productor Jimbo Mathus hace un par de años se entrelazaban con pasmosa frescura con versiones de clásicos imperecederos como Nutbush City Limits de Ike & Tina Turner, un Tell Mama de Etta James al cual quizá le faltó algo de voz o un The Thrill Is Gone de Roy Hawkins vía B.B. King que supo a gloria y trajo a colación un pasado en el blues que por una nueva vida en el soul la cantante se ha preocupado desconcertantemente en borrar. Dirty Hustlin', Moaning Bench, Jetlagger o I Will Feed You cobraron nuevos bríos en el terreno del directo con respecto a sus versiones de estudio y el final de tintes orgiásticos con todo un To Love Somebody de los Bee Gees y su propio bombazo, Shakle & Chain, que dejaron claro que toda esta música quizá haya emprendido el viaje hacia el banquillo de lo desfasado, de lo no actual, quizá ya no sea algo masivo ni del todo juvenil, pero de lo que no cabe duda es que como espectáculo de club es algo vivo, efervescente, inmortal y la gente como Bette Smith son los grandes garantes de su supervivencia. Así que como decían los Who, Long Live Rock!

Foto: Sergio Lacedonia

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