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martes, junio 02, 2015

Primavera Sound 2015: Women have the power

Una 15ª edición que se salda con la victoria indiscutible de Patti Smith y los 40 años de “Horses”

Proyectos, tanto en banda como en solitario, capitaneados por mujeres que llenaban la programación del Primavera Sound del carisma que muchos nombres “gordos” carecían. Y es que esta edición del 15º aniversario ha sido la del espíritu riot en toda su extensión: desde la fragua del espíritu libertario de Patti Smith a la imagen más visible del movimiento y una Kathleen Hannah más punk que nunca. Y es que ese espíritu de lucha desde las bases más modestas de la industria musical sigue latente, aunque a veces no lo creamos, en las propias raíces. Este año no podíamos dejar de dedicar nuestra visión a la parte femenina del cartel, máxime con los nombres que participarían a priori y con los conciertos que sorprendieron a posteriori. Desde distintas latitudes, siendo reflejo de aquel movimiento de los '90 pero también atacando a otros estilos. No hubo límites en este festival: nombres en solitario (Torres, Tori Amos, Christina Rosenvinge...), bandas completas (Sleater-Kinney, Babes in Toyland) y mujeres que se diseminaban por bandas (Camarones Orquesta Guitarrística, Cinerama...). Revisamos el Primavera Sound en femenino plural

En solitario o llevando la voz cantante de sus proyectos. Así llegaría Christina Rosenvinge en la pre-jornada al Parc del Fórum de Barcelona. Una reincidente a consciencia del festival que además dejaba constancia de su alegría tras los acontecimientos políticos de la última semana. A esa alegría nos unimos gran parte de los presentes sin cuestionar nada. “Lo nuestro” quiso ser ese grito de unión para una de las representantes de la música indie patria. “Indie” en el sentido más estricto de la palabra: hacer lo que ha querido hacer y como ha querido hacerlo sin circunscribirse a los estilos. Una cantautora que o gusta o no, sin medias tintas, sin “quizás”, y que pasaba demasiado pronto por el escenario. La luz del día no es buena consejera de “La tejedora”, “Alquien tendrá la culpa” o “La muy puta” (“puta”, palabra que tras esta edición ha salido del molde de tabú en el que estaba metida, como veríamos con Kathleen Hanna preguntando cómo se decía “whore” en español). Sobria pero con un directo que no la acompañó. Una batería que no sonaba como debería y la pérdida de intensidad de alguno de sus cortes. 

De entre todas las bandas con mujeres en sus filas o con frontwoman a la vista, nos quedamos con aquellas en las que “picamos” para probar: Fakuta, Yasmine Hamdan y Denis the night & The panic party. 3 estilos totalmente diferentes que dan también cuenta de la variedad y de que las “bandas de chicas” no es una etiqueta por sí sola. Los contundentes Danis the Night & The Panic Party danzan entre la psicodelia, el rock y los ambientes cargados. Muy lejos de la propuesta de la chilena Fakuta, centrada en en la electrónica bailable (reminiscencias de Javiera Mena). Y más lejos aún quedaría la libanesa Yasmine Hamdan, sin duda uno de los buenos descubrimientos de esta 15ª edición. No hay normas, no hay etiquetas, no hay estilo que las reúna a todas. 

Tríada de mujeres germinadas artísticamente en los '90 para la jornada del viernes: Ex Hex, The Julie Ruin y Sleater-Kinney. Tres bandas que no solo compartieron escena, sino que además alargan su vinculación sobre el escenario. Y es que Mary Timony (guitarra de Ex Hex) compartió proyecto con Carrie Brownstein y Janet Weiss (guitta y batería de Sleater-Kinney respectivamente) en Wild Flag. Tres estilos totalmente distintos que encabalgan tres formas divergentes de sutura femenino-musical. Al proyecto Ex Hex también se sumaron Betsy Wright (bajo) y Laura Harris (batería) en 2013. Una trayectoria que solo cuenta con dos años de tablas pero que recoge la experiencia de las tres en el rock menos edulcorado. De impostación y actitud masculina en cuanto a gestos, al cómo asir un bajo o el cómo provocar, Ex Hex cayeron en imperfecciones que, más allá de olvidarse (como sería en el caso de The Julie Ruin), se tornaban en errores, como los cometió Laura Harris

Hablábamos de la iconografía masculina o de la iconoplastia abiertamente sexual que siempre ha ido de la mano del rock. Las Ex Hex se sumaban a la falocracia inherente al rock siempre presente en la industria. Una Betsy Wright alzando su bajo con esa superioridad casi bárbara que da la espada de poder de 4 cuerdas o el cruce de mástiles entre bajo y la guitarra de Mary Timoty escenificando los momentos más clásicos del rock de gran superficie. Una adopción de los roles estereotipados que más allá de la pose no aportaron ni fuerza, ni actitud (más allá de la fingida), ni crítica. 

Que nos perdiéramos uno de los directos más alabados y emocionantes de este año tenía excusa. La batalla Patti Smith vs. Kathleen Hanna la ganó la de Portland junto a su banda The Julie Ruin. Había que arriesgarse por muchas razones: por ser la instigadora de las bases del riot grrrl, por sentenciar sobre el escenario cuando “to the front” solo estaban los hombres y por ser parte de la historia de la música que abraza la subversión más autodidacta. Aunque, ¡qué decimos! si la Smith ya era abanderada de todo esto hace 40 años... Sea como sea, la versión más colorista y beligerante del feminismo de batalla y guitarra llegó a Barcelona a cada frase de Kathleen Hanna sin que pudiéramos casi procesarlo todo a la vez. Esa aparición sobre el escenario levantando sus no-depiladas axilas, la lectura de “la revolución será feminista o no será” en su impostado castellano, el apoyo a las chicas del Ladyfest catalán, el incrementar la dosis de espíritu punk incluso “después de los 30 años” (Hanna tiene 46) o ese “let's fight, let's things happen” a modo de chute de optimismo, vitalidad y de desatar la furia para destrozar barreras y estereotipos. Contagiosa en cuanto a carácter, indispensable en cuanto a concepto. 

Musicalmente The Julie Ruin dejó un puñado de temas del “Run fast”, su primer largo que también reseñábamos en 2013. A su lado, Kathi Wilcox (bajo, con quien compartió militancia en Bikini Kill), Kenny Mellman (teclado), Carmine Covelli (batería) y Sara Landeau (que además creó el Brooklyn Music Studio for Women and Girls) convirtiendo su setlist en una fiesta. Si el público vibraba es porque desde el escenario se emitían las ondas contagiosas de la Hanna. No importa que su voz sufriera las inclemencias eventuales del tiempo o del horario de su show (todavía con luz del día) cuando acabó el show descalza y despidiéndolo con un pino-puente como aquellos que hacíamos en el instituto. Pero ella se lo puede permitir. Tiene licencia para hacer lo que le venga en gana sobre el escenario cuando quiera siempre que se enfrasque los auténticos alaridos de la grrrl por antonomasia. Y sí, hay que luchar y hacer que las cosas pasen. 

Desde el epicentro del movimiento riot grrrl también llegaban, estrenando disco, Sleater-Kinney. Tercera de las versiones riot de la jornada. La evolución estilística y depurada de lo que en los '90 caldeaba las universidades de Washington. Directas, contundentes, infalibles. Corin Tucker (guitarra, voz), Carrie Brownstein (guitarra, voz) y Janet Weiss (batería) cuentan con el apoyo de Katie Harkin (bajo, teclados) para la gira. Convertirse en una Sleater-Kinney, tened esta idea en cuenta. Hace unas semanas, otro miembro de la redacción se escapó a Amsterdam para ver el show de las de Olympia. La frase que más escenifica lo que estas chicas hacen sobre el escenario se reduce al comentario que su esposa le decía al respecto de su pequeña hija: “Quiero que de mayor sea una Sleater-Kinney”. Elegantes en cuanto a concepción escenográfica (el fondo de telas vaporosas, sus vestidos) y sin miramientos cuando arremetían con “Jumpers”, “No cities to love” (el corte que da título a su último trabajo y que también reseñamos aquí mismo) o “A new wave”. A destacar una Janet Weiss que, ya sea en proyectos de cariz “arty” (aquel “Drumgasm” junto a Matt Cameron y Zach Hill que podéis recordar aquí) o siendo parte esencial de las Sleater-Kinney, brilla sin necesidad de estridencias. Y la emoción al oir agradecer a Corin Tucker que “es un privilegio y un auténtico regalo poder haber visto el “Horses” de Patti Smith” justo unas horas antes sobre el mismo escenario. Patti, siempre en el germen, queramos o no. 

Un germen que volvería a repetir en un formato totalmente distinto en la última jornada del festival. En el auditorio RockdeLux y tras las lágrimas, las caras de felicidad, las actualizaciones de estado en redes sociales y demás piropos y alabanzas del primer concierto de la gira “Horses” al que hacía referencia Corin Tucker. Pero a emoción, quizás, no pudo ganarle el show que dió un abarrotado auditorio sumido en la querencia Smith. Ya íbamos convencidos de aquello de lo que íbamos a ser testigos, pero no teníamos ni idea de la intensidad que la verdad mayúscula sobre el escenario, sería capaz de provocar. Nada de “spoken” o “acoustic”, como se decía en la programación. Con banda y con el puño en alto. El aullido interminable del rock se llama Patti, y esa noche también se llamó como cada uno de los presentes. “¿Qué hay más punk que saltarse las reglas del decoro?”, pensábamos mientras un motín dirigido por el sentimiento derribaba la cuarta pared que separaba el escenario de las primeras filas y con la emoción de la rabia flotando sobre todos los asistentes. 

Patti es rock. No hay más. A sus casi 70 años, tras celebrar los 40 del “Horses”, sigue siendo la imagen de una época y un referente que estos días se hace necesario. Nadie ha ocupado su lugar porque ha sabido defenderlo con temas como un “Because the night” o ese incendiario “People have the power” (¿hay algún tema que desde 1988 haya excedido los límites de lo musical? ¿hay algún himno que estos días precisamente tenga más sentido que este?). Un setlist en el que recordaba a Amy Winehouse con “This is the girl” (tema que componía junto a Tony Shanahan, su bajista, el día que murió la chica mala del soul contemporáneo), al matemático recientemente fallecido John Forbes Nash o al que fuera su amigo Lou Reed con un “Perfect Day” que alejaba del ritual cuando olvidaba la letra. No importa. 

Oíamos en el auditorio que el show del “Horses” el día anterior había sido más completo musicalmente, pero la perfección, disculpadnos, lleva las de perder cuando lo imperfecto se convierte en un factor más de eso no tangible que se compartió colectivamente en un único espacio. La magia de la imperfección que solo la Smith supo abrazar con esa verdad que antes comentábamos, con la desnudez que físicamente cubría una chaqueta, un chaleco, pero con la que emocionalmente se descarnaba. Un concierto lleno de momentos imposible de transmitir (desde el guiño a su nieto a ese “valiente” que subió a tocar la guitarra de Patti junto a la banda) y del que nos queda el mejor momento de esta edición. Y quizás de otras tantas ediciones pasadas. 

Una última jornada que todavía dejaba en cola más nombres femeninos. La soledad escénica de Tori Amos y de Torres, por ejemplo. Tori Amos comparte también algo, aunque debemos de reconocer que forzado, que la une con Sara Landeau: Si la cantautora de Newton firmaba la canción principal del film “La sonrisa de Mona Lisa” (Mike Newell, 2003), la guitarra de The Julie Ruin aparecería en el film como parte de la orquesta de jazz que toca en una de las escenas. Los grados de separación, sean los que sean, son tan peligrosos como sorprendentes. Al teclado y al piano de cola. Enfrentados entre sí. Y Tori Amos en el centro, cambiando de uno a otro sin rubor entre “China”, “Crycifing”, “Silent all these years” o “Cornflake girl” (tema con el que acababa su show). Una de las voces más personales de los '90 y que corría en forma lejos de lo que pasaba en Olympia pero que en esencia destacaba la presencia de la mujer como exponente de la fuerza y del tesón. Un concierto de esos sencillos (pese a la incorporación de los efectos de sintetizadores en algunos momentos) en los que la sencillez escondía la complicada resolución de sus temas, nunca entregados a los modismos reconocibles. Y durante todo este tiempo, desde aquel “Little earthquakes” de 1992, provocando esos mismos pequeños terremotos introspectivos con ese lamento tan característico suyo. 

También sola y llenando un escenario algo más pequeño (eso sí), la propuesta reconvertida a guitarra eléctrica desde Nashville de Torres. No es nada fácil llegar a un público que las más de las veces no sabe qué va a ver sobre el escenario, y menos cuando se reduce todo el sonido de “Sprinter”, su segundo y último trabajo (que también reseñábamos hace unos días aquí) a voz y guitarra. Miedos fuera para, como decíamos en esa crítica del disco, “conducir en primera persona un trabajo lleno de verdad”. La verdad como el arma más desgarradora de las mujeres mayúsculas de este Primavera Sound. Mujeres vitales que, pasada la cincuentena, siguen siendo referentes y mujeres jóvenes que, como Torres, dice de sí misma que es una “...aged tired woman; in January i'll be just 23...”. La garra no la perdería, tal y como diría al inicio de su concierto: “parece que se oyen más los otros escenarios, pero yo voy a intentar sonar mucho más fuerte”. La fuerza como ese componente que no aparece en los carteles del festival y que, sin embargo, fue el leit motiv del puñado de féminas al que nos rendimos

Esa insultante juventud de Torres competiría, algo más tarde, con la de Mourn. Centrados sobre el escenario y sin tonterías. Nada que ver con las poses aburridas que Hinds destilan sobre el escenario, si intentamos mirar a referentes que, por edad, estarían muy cerca. La seriedad de lo que este cuarteto se gasta sobre el escenario sonrojaría al más veterano. Sacaría los colores a algunas de las bandas de los '90 a las que remiten (benditos '90), pero jugando con la seguridad que da el haber estudiado la lección a la perfección. Leia Rodríguez (bajo), Jazz Rodríguez (voz, guitarra), Carla Pérez (guitarra, voz) y Antonio Postius (batería) dieron una patada nada más subirse al escenario. El comienzo ya dio pistas de lo que pasaría durante los algo más de 40 minutos que duraría su show. Vestidos con trajes negros y camisas blancas, buscando una imagen compacta de banda, y jugando, por qué no, en escena: desde ese soltarse las coletas y acabar con el pelo ante los ojos hasta los cortes de su primer largo: “Otitis” o “Your brain is made of candy” fueron los restos de una batalla ganada sin posibilidad de contestar. Esperemos que las fechas internacionales que tienen por delante y los destellos de haber aparecido en revistas internacionales como la NME no cieguen a estos chicos. Hay salvación en la frontera de la adolescencia y las dos decenas de años vividos, y Mourn tienen la clave. Que además sean tres chicas las que se enfrentan en la primera fila de combate en cada concierto nos hace pensar que quizás si haya esperanza en esto de la música en estos tiempos que corre. 

Más señoras imprescindibles las que llegarían al Primavera Sound y que decepcionarían en todo el esplendor de su acepción. Unas Babes in Toyland mayorcísimas (o eso nos pareció) y sin la intensidad de aquellos alaridos de una floja Kat Bjelland (voz, “...toy guitar...” como diría”), y perdiendo en gran medida el arrojo de su rock ácido y sin remordimientos. En la banda, también Lori Barbero (batería y humorista a tiempo parcial... por lo menos en este festival) y Maureen Herman (bajo). “Pese a todo, hay que verlas en directo”, nos decía un amigo vía whatssup cuando le contamos el desastre de concierto... Una guitarra que dejó de sonar como era debido, una cuerda rota más tarde, parones entre canciones y una batería que, como pasó con Ex Hex, en ocasiones se perdía entre sus propios baquetazos. ¿Un mal día o una mala vuelta a los escenarios? Ya sea porque era nuestro bautismo con las Babes in Toyland o por esa morriña de “el tiempo pasado fue mejor”, no podíamos perder la reunión de la banda de Minneapolis. Siempre fueron esa banda “rara” que no encajaba en el movimiento riot grrrl de entrada, pero no en vano ellas comenzaron mucho antes, a finales de los '80, con una corta estancia de Courtney Love incluida. Sea como sea, nos quedamos con “Bluebell” o con “Bruise violet” en directo. Todas las uniones, no desvelamos nada nuevo, se hacen por dinero. El volver a los escenarios para volver a estar en la rueda. No es censurable. Pero quizás haya que tener la suficiente autocrítica como para dar el paso de “volver”. Esto nos hace temblar por la reunión de las L7 y su concierto en el Azkena Rock de este mismo mes de junio. Crucemos los dedos para que la vuelta a los escenarios de L7 sea más cuidada que la de la banda de Bjelland

Esta visión feminizada del Primavera Sound lleva a su fin con el paso de tUNe-yArDs. Aunque ya pasara por nuestro país en los últimos meses, Merril Garbus llegaría junto a Nate Brenner, pero sin ese cuerpo de coristas tan vitalista que siempre la acompaña. Más electrónica y con más presencia de los sintetizadores, esperábamos ese toque que aporta a su repertorio el “set completo”. “Nikk Nack” (que también reseñábamos el pasado año) es el último trabajo de esta formación pero llegaba carente de fuerza y de esa vitalidad electrizante que temas como “Water fountain” tiene. Las expectativas son malas aliadas en los festivales (y si no, que se lo digan a los que salieron escaldados del concierto de The Black Keys, por ejemplo), y en el caso de tUNE-yArDs íbamos con demasiadas esperanzas. Eso sí, la concepción musical que regenta la Garbus poco tiene que ver con lo que ofrecería el cartel. Esa innovación que siempre defendemos desde estas líneas tenía a una de las exponentes de este año aquí mismo. 

Muchos más nombres de mujer se hicieron con el poder del Primavera Sound como Núria Graham (repitiendo) o bandas salpicadas por mujeres: el buen rollo que conseguían desprender Camarones Orquestra Guitarrística con Ana Morena al bajo, The Ghost of a Saber Tooth Tiger con Charlotte Kemp Muhl a dúo con Sean Lennon, Neleonard con Elena Comas y Laura Alonso, The Vaselines con Frances McKee, las italianas The Shalalalas con Sara Cecchetto y Alex Hare, The New Pornographers, Belle & Sebastian, Japan and I, Rocío Márquez, Sylvan Esso, Los Punsetes, Twerp, Jungle, Kevin Morby... Un saldo más que positivo que esperamos pueda ir haciéndose hueco, no tanto en cantidad, sino en calidad, en los múltiples festivales que nutren nuestro territorio. Solo podemos repetir lo mismo que acabamos diciendo en la pasada edición del festival:“girls to the front”

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