Como los tiempos que corren son tan nuevos como salvajes
(Jorge Ilegal dixit), aunque tal vez la historia ya esté escrita desde hace
lustros y solo hayamos tardado más de la cuenta en darnos ídem, lo mejor para
unos veteranos de los escenarios, empeñados en seguir escribiendo canciones y
empaquetarlas en eso que una vez se buscaba con fervor y se tocaba, olía y
escuchaba con pasión de devoto –básicamente, el concepto de disco, ponga cada
uno la apostilla con el formato deseado-, es justamente eso: la insistencia por
compartir aquello en lo que creen y olvidarse de que ahora hay menos, pero
quizá mejores, oídos dispuestos a apreciarlo.
El rock murciano en su más amplio concepto ha sido un fértil
regadío, en clara consonancia con su tradicional huerta, de acequias limítrofes
con la militancia de los cincuenta, mucho antes de descubrirnos a los ahora
todopoderosos M Clan, ejemplo de que su lente no solo enfocaba a las
pintorescas calles de Memphis sino también al fructífero delta del Mississippi,
donde también se cocía gran parte del puchero que hoy preside grandes banquetes
musicales. Allí, en aquel tiempo no tan nuevo pero sí seguramente más salvaje,
situaron su base de operaciones unos recreadores de atmósferas tan peculiares
como los Hurones, seguramente la banda de estética rockabilly más legendaria de la geografía levantina, con permiso de
los nunca bien ponderados Marañones, a los que nunca les hizo falta tupé. Y con
más certeza aún, la de peor fortuna en el baile promocional de unas décadas más
propicias que las actuales, demasiado inclinadas a orientar su antena mediática
al último hype salido de ese cajón de
sastre llamado youtube y a olvidarlo
inmediatamente después de consumirlo sin apenas haberle extraido sustancia.
Para no salirse del camino establecido y dotar del mismo aura zoológico a la
continuación de aquel proyecto, los mismos músicos crearon los Tigres y
perpetuaron el ambiente que un contrabajo (el de Javier Toral), una batería
básica (la del laborioso José Juan Palacios, más conocido por “El Mangas” entre
sus parroquianos) y un oportuno saxo en el que apoyar el ritmo (Jesús Maltés
podría ser algo así como “El Padrino” de todo este tinglado) son capaces de
recrear sin la más mínima contaminación exterior. Y todo ello dejando en manos
y voz ajenas el protagonismo, en escena y en la cartelería correspondiente,
para que la herencia se adelante en unas cuantas generaciones y prosiga a su
vez dando fuelle a esos viejos sonidos que son los que más renuevan nuestra
sangre esencialmente rockera. Antonio Cassinello, antiguo líder de Impacientes,
con los que ganó algún concurso de renombre hace más de una década, es el
encargado de llevar la batuta y ensanchar un campo que domina a la perfección,
ejerciendo a su vez de guitarra rítmica y solista y recordando que la tríada
formada por las chicas, los coches y el vetusto e impasible rock’n’roll podrá espantar a muchos en
pleno siglo XXI, pero sigue funcionando como repelente cuando la depresión
acecha, y no es porque vivamos permanentemente en una película como ‘American graffiti’ –que no estaría nada mal, dicho sea de paso-.
El combo con el que estos cuatro obreros especializados se
patean los escenarios tira de versiones, una querencia gremial que no deben
abandonar por ley, y para esta gira recuperan el imprescindible ‘Rip it up’ de
Little Richard. O de Bill Haley & His Comets, que ya la habían adoptado
como estandarte antes de que llegaran Elvis Presley o los Everly Brothers, de
ahí que haya que rendirse otra vez ante un clásico de clásicos; y, cambiando el
verbo, resucitan la injustamente sombría figura del enorme Johnny Burnette, la
bestia que entonaba ‘Tear it up’ como si le fuera la vida en ello, o aceleran
aún más el tempo con el popular ‘You can’t hurry love’, o lo que es lo mismo, ‘Tú
serás la culpable’ (su personal adaptación al castellano), más reconocible para
los de su especie en la voz de Brian Setzer y los Stray Cats que en el original de las Supremes. Venían presentando un disco titulado ‘Hipnotizado’, pero lo
quieran o no se deben a su intrahistoria, y el autohomenaje de 'Luci', ‘Cuando oigas…’
y ‘Nunca jamás’ era tan justo como necesario. El perfil clásico de ‘Cadillac’, ‘Fuma’,
‘Ruega por mí’, ‘Rock and roll’, el impulsivo arranque con ‘Chicas huracán’ y
el colofón de ‘Apretada’ dibujan las líneas maestras de una banda que no
precisa demasiados vítores para afianzar sus convicciones. Ni, a tenor del
sudor de las patillas a nuestro alrededor, tampoco de demasiadas confirmaciones.
En La Comuna, sala donde se respira oxígeno vintage a través de los muros, conocen
el dicho que afirma que cualquier tiempo pasado fue mucho mejor. Sin embargo,
apostar por quienes lo suscriben no les convierte en agoreros, sino en gente
sabia, sin más. Y moderna, muy moderna, que lo uno no está reñido con lo otro.
Como sabemos que lo saben, y ellos saben que lo sabemos, dejaremos este inútil
trabalenguas a medias para que podamos encontrarle una solución la próxima vez
que los visitemos. Estamos seguros de que será dentro de muy poco, y también
dentro de unos tiempos tan nuevos como salvajes.
Set-list:
1. Chicas huracán
2. Tu conversación
3. Babelina
4. Cadillac
5. Fuiste para mí
6. Hipnotizado
7. No seas cruel
8. Rock and roll
9. Perdido
10. Fuma
11. Mi derrota
12. Luci
13. Maldito despertador
14. Solo quiero
15. True love
16. Rip it up
17. Nunca jamás
18. Tú serás la culpable (You can't hurry love)
19. Stupidity
20. Ruega por mí
21. Cuando oigas
22. Tear it up
23. Apretada
Más info:
http://www.myspace.com/antoniocassinello
Texto: JJ Stone
Fotografías y vídeo: Raisa McCartney
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